No pienso ocultar que le tengo un gran aprecio a Beatriz Artolazabal. Dejarme influenciar por el qué dirán ante ese tan mal entendido ejercicio de que solo el buen periodista es el que critica, haría un flaco favor tanto a nuestra profesión como al reconocimiento que deben tener aquellas personas que trabajan bien y que se empeñan en que la sociedad a la que representan reciba la protección que merece. Quizás alguien que lea estas líneas pueda sorprenderse de tal reflexión pero, señores y señoras, tenemos, gracias al universo, a gente metida en política que sencillamente se remanga y trabaja igual que el resto. Y una de ellas es la todavía consejera de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales, Beatriz Artolazabal. La legislatura pasada fue consejera de Empleo y Políticas Sociales. No me remonto más en su currículum porque sería llenar líneas de manera innecesaria y caería en ese lamentable ejercicio de tener que examinar qué ha hecho una mujer para llegar a estar donde está. Lo que sí sé es que su manera de trabajar demuestra que tras la consejera hay una mujer valiente, que asume los retos que se le ofrecen y que lo da todo por la banda para que las cosas salgan bien. Mañana será su último día al frente de un departamento en el que la gestión no es sencilla y la búsqueda de soluciones es constante. El paro, la RGI, la asunción de la política penitenciaria, la atención de la migración en y de paso por Euskadi, la atención a las mujeres maltratadas y así hasta un sinfín de materias son las que han curtido a la consejera Artolazabal estos años, en cuyo departamento la pandemia del covid-19 hizo diana por ser, precisamente, las políticas sociales junto con Salud donde más esfuerzos se requirieron para mantener la protección a la ciudadanía. Así que creo poder asegurar que no perdemos una consejera sino que ganamos una buena mujer preparada para futuras encomiendas. En un rato, seguro, nos vemos de nuevo.