ES una evidencia manifiesta en nuestra sociedad que prensa, radio, tele y redes sociales juegan un papel decisivo a la hora de fijar el cuadro de tendencias que los medios dibujan para delimitar opciones políticas y manejar previsiones y resultados electorales. Estamos en tiempos de urnas y los estados mayores de los partidos, grandes y pequeños, poderosos o humildes se aprestan a la pelea. Otra evidencia de nuestro sistema político es que a pesar de sus imperfecciones, el modelo de participación política es el menos malo de los existentes y la dinámica del día a día permite limar desequilibrios, ajustar pluralidades y vigilar el cumplimiento de normas y disposiciones legales. La pluralidad, el equilibrio de mayorías y minorías y el respeto a la ley son características de eso que llamamos democracia y que permiten el ejercicio de la libertad. La igualdad ante la ley es principio rector que permite la participación de los ciudadanos de toda condición. Es patente la existencia de estudios sociológicos para aproximar el juego de partidos y coaliciones en la pugna electoral. Los estudios demoscópicos determinan el juego de tendencias. La sociología ha creado instrumentos de medida y prospección de comportamientos ciudadanos “adivinando” los resultados electorales de cada fuerza en liza, antes de que se cuantifique la fuerza de los contendientes; ejercicios en ocasiones manipulados y cocinados según las tendencias de quienes pagan por llegar a los datos, y hacer de ellos armas de unas encuestas que sólo los ingenuos se las creen. Es el tiempo del marasmo de los pequeños merlines de la acción política sembrando confusión, marasmo y agitación. El escenario político se llena de aprendices de brujo. l