STA es la historia de un depredador y sus amigos. La cuenta Netflix en cuatro capítulos que dejan muchas certezas y algunas dudas. Se titula Asquerosamente rico y se basa en el libro de James Patterson, autor de numerosos bestsellers y a su vez productor del documental. El protagonista es Jeffrey Epstein, podridamente criminal, cuya carrera de abusos a menores terminó en una cárcel de Manhattan, donde se suicidó o le suicidaron, no está claro, en agosto pasado. Hay cuatro realidades en la narración: la mente perversa del especulador financiero, prototipo del psicópata sexual; la gente del poder (políticos, empresarios y jet set) que participaron en sus delictivas fiestas; la putrefacción judicial norteamericana y, por encima de todo, las víctimas, cientos y cientos de adolescentes vulnerables que cayeron en la red y fueron monstruosamente violadas.

Queda clara la presencia de Bill Clinton como beneficiario; ¿pero a quién le puede extrañar con sus antecedentes? También el príncipe Andrés de Inglaterra, crápula, mentecato y embustero. Deja en nebulosa si Donald Trump, coleguilla de Epstein años atrás, estuvo en sus orgías con menores. Ninguno de estos canallas será imputado. El exministro de Trabajo de Trump, Alexander Acosta, de origen cubano, pactó secretamente una pena menor contra Epstein siendo fiscal federal en Florida. Y así hasta la arcada.

Vean esta historia de terror. Vean cómo se destrozan vidas y se exculpa por dinero. Miren de frente la verdad. Sí, tenemos un rey emérito, comisionista y corrompido, a quien la irresponsabilidad constitucional protege. Epstein, al menos, siendo asquerosamente rico está asquerosamente muerto. Otros, allí y aquí, quedan asquerosamente impunes. ¿Para cuándo Netflix producirá una docuserie sobre Juan Carlos? ¿O hará como Felipe VI, a la española, Borbón y cuenta nueva?