EN el plazo de dos años escasos Yeray ha firmado dos contratos importantes. El primero, cuando solamente había completado una temporada en el Athletic y con menos de medio centenar de partidos a sus espaldas, le reconocía como un valor emergente; gracias al que acaba de suscribir, que le compromete a muy largo plazo con el club, pues cuando venza la vigencia del mismo habrá rebasado la treintena, adquiere la condición de pieza clave en la plantilla.

Yeray deja oficialmente de ser un proyecto de buen central para convertirse en uno de los pilares del equipo. Es la única lectura posible a la vista de los datos que se conocen del nuevo acuerdo. Además de la duración que contempla, es obligado fijarse en la cláusula de rescisión, que experimenta un aumento muy significativo doblando ampliamente la que tenía hasta la fecha. El jugador adelanta a la mitad de sus compañeros en este concepto, que equivale al precio al que se le tasa en el mercado. Pasa de 30 a 70 millones y con ello se supone que el Athletic consigue espantar a los moscones, siquiera a algunos.

En realidad, el poder disuasorio de semejante cifra no deja de ser relativo. Continuamos asistiendo a operaciones de todo tipo un verano más y no faltan las que son calificables como disparatadas. Es evidente que en algunas ligas, también en la de aquí, circula muchísimo dinero, aunque el provecho que se obtiene del mismo sea a menudo discutible. No se sabe hasta cuándo se prolongará la juerga de los fichajes, un fenómeno que ha afectado de lleno al Athletic y que por tanto le aboca a mantenerse permanentemente en guardia.

El caso de Yeray sería una prueba más. No ha pasado tanto tiempo desde que abonaron 65 millones por Aymeric Laporte, una iniciativa que se entendía improbable por tratarse de un defensa. Hoy sabemos que ese registro ya ha sido superado: en la Premier hay un par de centrales que han costado más y no serán los últimos. La pega que tiene esto de disparar las cláusulas estriba en que suelen llevar aparejadas unas fichas en proporción. Hay excepciones, claro, Kenan Kodro figura con 80 millones no se sabe por qué, pero en general al futbolista atado en corto por la vía de la cláusula se le pone encima de la mesa una oferta muy sugerente.

En este sentido, merece la pena detenerse un instante en la renovación de Williams, un delantero, que es quien ostenta el precio récord en el Athletic con 80 millones que se van incrementando cada año hasta los 108. Cometió Williams el desliz de celebrar en público el “pedazo de contrato” que había rubricado y las críticas no se hicieron esperar, dirigidas indistintamente a su persona y a la otra parte de la negociación, la directiva. Sí, la masa salarial del club crece de forma imparable, los presupuestos no engañan, pero de momento no existe una fórmula distinta que garantice la competitividad del equipo. Estaría bien que si a alguien se le ocurre, no se demore y la haga llegar de inmediato a Ibaigane. Siguiendo con Williams, luego sucede que con cada apertura de mercado se suscitan los temores en torno a su continuidad en Bilbao. A nadie se le escapa que cada gol que marca es un reclamo en forma de pitido que suena en el despacho de los directores deportivos.

Después de Yeray vendrán otros. Se señala a Unai Núñez, que juega en el mismo puesto y encima comparte agente con el anterior, circunstancia que no es nueva en el Athletic; se dio por ejemplo con una pareja de porteros, pero que no deja de resultar sorprendente. Debe ser un problema gordo defender los intereses de dos jugadores que pelean por el mismo hueco en las alineaciones. En fin, así están las cosas. Bueno, pues quizás Núñez sea el siguiente y luego habrá más. Esto no para. Y a Unai, que de momento vale 30 kilos, no le faltarán pretendientes hoy, mañana o pasado, porque viene de lucirse en la conquista de un título continental y porque en la temporada anterior consumió más minutos en el banquillo que sobre la hierba.

Partiendo de que Iñigo Martínez encabeza por derecho la actual nómina de centrales, la coincidencia en el grupo de Yeray y Núñez es un factor que apuntala la estabilidad del proyecto. Es una de las fortalezas obvias que posee el equipo. De ahí la trascendencia de asegurarse a Núñez, pese a que su contrato venza en 2023, después y precisamente del paso dado con Yeray.