EL cachondo de David Albelda, aquel rocoso capitán del Valencia, escribió en su cuenta de Twitter: Gracias árbitro del VAR !!!! , adornando su exclamación con tres emoticonos de asombro absoluto, o sea que Albelda también vio un penalti como un castillo de Diakhaby sobre Raúl García a los nueve minutos del partido. Qué casualidad... el colegiado a los mandos del VAR era Carlos del Cerro Grande, el mismo trencilla que estando de guardia en el garito del VAR también recomendó a Undiano Mallenco que no concediera aquel gol, igualmente como un castillo, de Iñaki Williams al Villarreal en el estadio de La Cerámica, en la vigésima jornada. ¿Recuerdan?
A partir de esta estridente coincidencia se podría argumentar que hay indicios suficientes como para sospechar si hubo o no una taimada conspiración, dando por hecho que Del Cerro Grande le tiene tirria al Athletic y por eso le sale esa predisposición sarnosa a jorobar.
¿Se imaginan qué hubiera pasado si Del Cerro hubiera actuado según el criterio sensato y nada sospechoso de Albelda y hubiera recomendado al árbitro del encuentro Medié Jiménez que pitara penalti?
Pues que probablemente Raúl García habría marcado otro hermoso gol y el Athletic activado luego el mecanismo de autodefensa que tan buenos resultados le ha dado desde que Gaizka Garitano está al mando. Hay que tener en cuenta además que el Valencia disputa dos partidos semanales desde hace mucho tiempo, con el consiguiente desgaste, y el pasado jueves frente al Betis fue especialmente exigente. De una enorme carga emocional por alcanzar la calificación para la final copera entre los vítores de su afición. Ese tipo de gestas suele llevar consigo un bajón mental considerable. Y enfrente estaba el Athletic, todo lozanía, rearmado moralmente tras su merecida victoria ante el Eibar y la ilusión recobrada porque ahora el objetivo es Europa. Y enfrente había un rival de empaque para decir: aquí estamos.
Puestos en lo peor se podía tirar de estadística. Un partido entre el Valencia, que acumula nada menos que quince empates, y el Athletic, que con doce le pisa los talones, no podía acabar más que con la x.
No hubo gol de Raúl García, ni de ningún otro compañero. Tampoco empate, según la tendencia inercial de ambos contendientes. Ni añagaza de Carlos del Cerro, a no ser que nos pongamos conspiranoicos. Lo que sí hubo es una derrota inapelable que saca a relucir la insoportable levedad del Athletic, incapaz de sobreponerse a la adversidad si el rival se pone por delante en el marcador.
En la etapa de Garitano ocurrió en el partido copero ante el Sevilla (1-3), contra la Real Sociedad (2-1), con una lastimosa imagen, y anoche frente al Valencia, acreditando una impotencia evidente, de esas que predisponen al pesimismo.
El Athletic volvió a demostrar una alarmante falta de gol, y si además pierde su concentración defensiva se convierte en un equipo vulgar, devolviendo al imaginario colectivo la patética estampa que enseñaba no hace tanto invocando el fantasma del descenso.
La importancia de Ibai Gómez, cuyo fichaje fue asumido por la hinchada con indudable cariño, no aparece por ninguna parte. Su aportación hasta ahora es irrelevante, y prácticamente nula la de Kodro, el otro refuerzo invernal llegado al dictado del agobio y la necesidad extrema.
Sin embargo sería injusto fijarse en estos dos jugadores en una jornada de naufragio total. Nada se supo de Beñat. Muniain tampoco supo crear juego, y lo peor es que también falló cuando tocó fajarse en las labores defensivas. Y sobre Iñaki Williams qué se puede añadir, y de casi todos los demás... Garitano tardó en efectuar los cambios y optó por sacrificar a Raúl García, probablemente su mejor hombre, pero demasiado enredado en sus cuitas con el árbitro Medié Jiménez, quien le tomó pronto la matrícula y ofreció todos los síntomas de que la cosa iba de gallos, y para chulo ya estaba él. Es decir, que corría serio peligro de acabar expulsado abrasado por su incontenible llama interior. Jesús, qué partido. Un accidente, seguro que solo es eso.