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Pechos fuera

Pechos fuera

EL congreso es tan extraño. Un hombre se pone a hablar y no dice nada. Nadie le escucha y después... ¡Después todo el mundo está en desacuerdo!” decía el actor ruso Boris Marshalov, no sé bien si porque había vivido de cerca los avatares del Politburó, porque había visitado numerosos palacios de congresos a lo largo de su itinerante vida, siempre a tumbos como carro de comediante o porque gastaba un sentido del humor inglés.

Es curioso cuánta sabiduría merodea alrededor de esa constelación de congresos, jornadas, simposios o encuentros, fórmulas todas ellas ideadas para compartir el conocimiento. Es curioso, digo, porque una buena parte de los asistentes asiduos despotrican contra ellos, se aburren, van por cumplir, pecan por la paga o echan cabezadas de contorsionista en las butacas, no siempre cómodas. Creo que fue en una de esas jornadas donde Italo Calvino sentenció: “Un país que destruye la escuela pública no lo hace nunca por dinero, porque falten recursos o su costo sea excesivo. Un país que desmonta la educación, las artes o las culturas, está ya gobernado por aquellos que solo tienen algo que perder con la difusión del saber”. Días después cerraron el ateneo donde lo había dicho. “Cuídate de los idus”, le hubiesen dicho sus muy lejanos antepasados, los augures romanos. Según el texto de Plutarco, “un vidente le había advertido a Julio César del grave peligro que le amenazaba en los idus de marzo, y ese día cuando iba al Senado, llamó al vidente y riendo le dijo: Los idus de marzo ya han llegado; a lo que el vidente contestó compasivamente: Sí, pero aún no han acabado”.

Con todo y con los números sobre la mesa, a Bilbao le toca ahora sacar pecho habida cuenta que los congresos que brotan en el Palacio Euskalduna como fruta madura, le colocan en el mapa de los cielos congresuales. ¡Enhorabuena!