NO apetece el calendario electoral que nos condena a cargar con la campaña en plena Semana Santa cual costaleros. Igual por eso sigo encelado en buscarle cinco pies al gato de la convocatoria. Para empezar, que no habría presupuestos estaba mas que descontado. La ficción de esa posibilidad la jugaron quienes mejor partido le sacaron a esa escenificación: el propio gobierno de Sánchez y quienes se los han tumbado. Con ese escenario, Sánchez apuntaba a apretar este año vía decreto ley con la mirada puesta en un otoño caliente. Las virtudes de ese calendario pasaban por hacer al tridente nacional-derechista pasar por unas elecciones municipales en las que podría activar la maquinaria socialista tras el disgusto andaluz y situar a PP, C’s y Vox ante la tesitura de disputarse el terreno de juego contra candidatos a alcalde o a presidente autonómico, pero no a simplificar el discurso contra Sanchez, el traidor. Lo que haya ocurrido para que se aproveche el escenificado fracaso presupuestario para colar un pulso a cara o cruz en abril estará en la cabeza de Sánchez y sus asesores. Cabría sospechar que alguien, o él mismo, se ha convencido del mejor escenario para sus intereses: la derecha pincha en su manifestación anti-Sánchez; Podemos lleva el pie cambiado internamente y más desgaste que si hubiera gobernado; y los resultados andaluces calientan la cabeza a quienes ahora sí votarían para evitar que se extienda la marea. Todo ello redundaría en beneficio del presidente en funciones, pero no en el de Euskadi, que es lo que a mí me escuece. ¿Transferencias? ¿Agenda política vasca? Todo en barbecho.
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