ALBERTO Undiano Mallenco, pamplonés de 45 años, licenciado en Sociología y Ciencias Políticas, que fue Subdirector de Bienestar Social y Deporte del Ayuntamiento de Iruñea bajo el mando de UPN, dejará el arbitraje al terminar la temporada, y ya se da por hecho que en premio a su trayectoria le designarán para pitar la final de Copa, donde como saben de sobra no estará el Athletic, con lo cual la parroquia rojiblanca se librará del trago de perderla otra vez frente al Barcelona y encima con el colegiado navarro levantando acta. Así que no se enfaden más de la cuenta, pues no merece demasiado la pena y piensen en cambio que la cosa podría haber sido mucho peor.
Según Ilbon Urizar Azpitarte, nuestro particular árbitro, Undiano Mallenco fue “justo y neutral” en su actuación de ayer y si finalmente decidió no conceder el gol de Iñaki Williams fue por consejo de su colega Carlos del Cerro Grande, Policía Nacional en excedencia, que estaba a los mandos del VAR. O sea, que en todo caso hubo un contubernio.
Es más. Urizar Azpitarte tampoco observó mano sancionable en la génesis del empate del Villarreal y hasta llega a calificar de “buen arbitraje” la actuación de Undiano, con lo cual nuestro entrañable colegiado o ha sufrido un ataque de gremialismo atroz o probablemente nos hemos vuelto a poner las gafas de forofogoitia, no en vano al hombre le tenemos una tirria colosal, para qué nos vamos a engañar.
Undiano, cada vez que le han preguntado al respecto, siempre responde con cortesía extrema que de ninguna manera tiene predisposición contra el Athletic, sino todo lo contrario. Ocurre sin embargo que cada vez que designan al trencilla pamplonés el hincha nota la desazón de una mosca posándose detrás de la oreja y las estadísticas gritan de pánico. Jamás ganó el Athletic cuando el colegiado navarro les dirigió un partido lejos de San Mamés, y aunque a lo mejor solo se trata de una simple casualidad, dicha casualidad se dio dieciséis veces.
Los árbitros siempre han sido un capazo fácil donde meter las frustraciones que genera el fútbol y la FIFA, ejemplo secular de inmovilismo, ha fomentado especialmente la liturgia del cabreo. Cada vez que surgían voces reclamando la implantación de las nuevas tecnologías en bien del arbitraje, sus prebostes alegaban que la gracia del fútbol también está en el error humano y todo lo que eso conlleva. Mayormente gresca, interminables debates y mucha bilis con la que sazonar el invento hasta que llegue el próximo partido.
Finalmente, la FIFA se plegó al sino de los tiempos. Pero con el VAR a pleno rendimiento el enfado parece todavía mayor, sobre todo porque el aficionado daba por entendido que el videoarbitraje estaba para desterrar los errores arbitrales, sobre todo los más obscenos, e impartir justicia. Se hablará mucho del comportamiento de Undiano en La Cerámica, pero mucho más se dirá del gol que marcó Luis Suárez en el Barça-Leganés previo atropello a Pitu Cuéllar, el portero del equipo madrileño, desdeñado por el VAR.
También los seguidores del Valladolid estarán que trinan con el arbitraje de Jaime Latre, pero tampoco se puede obviar las enmiendas que provoca el videoarbitraje. Corrigiendo errores de bulto o mitigando la legendaria predisposición de los colegiados a decidir en caso de duda en favor del equipo grande. Y eso lo está notando especialmente el Real Madrid, precisamente el equipo que más está poniendo el grito en el cielo maldiciendo al VAR.
En fin, todos los equipos están teniendo malas (y sobre todo buenas) experiencias, pero a mí me parece que Undiano, hombre de fe y temeroso de Dios, jamás osaría a cometer una inmoralidad contra el Athletic, y más bien me inclino a pensar que sintió profunda lástima por el Villarreal, lo cual es muy cristiano y le honra. Comidos por la ansiedad, Jaume Costa anotó en propia puerta el gol del Athletic. El Villarreal cometió diecisiete faltas de puro desenfreno y atinó a empatar la única vez que lanzó el balón contra la portería rojiblanca. Herrerín no hizo ninguna parada, y su colega Asenjo solo una. Es decir, que no estaríamos hablando tanto de Undiano y sus circunstancias si los chicos, ante un rival roto, hubieran puesto un poco más de ambición.