hE releído la carta de amor que escribió Ibai Gómez en su despedida y, joder, a uno se le ponen los pelos de punta. Resulta que le echaron en el verano de 2016 con cajas destempladas (circunstancias de la vida) y el tío estalla en agradecimiento. “Antes de llegar (al Athletic) habría dado mi vida por jugar un solo partido con esta camiseta y ahora estoy con casi 150 encuentros y con muchos sueños hechos realidad”, dijo con los ojos a punto de escanciar lágrimas de emoción. Añado otro párrafo de la misiva para redundar en la más fantástica exhibición de fidelidad a unos colores que recuerdo de un futbolista a quien le despiden y responde con besitos: “Me voy feliz y orgulloso de decir que durante seis años llevé el escudo del Athletic en el pecho”, ¡toma castaña!
Ahora Ibai está azorado, natural. El Athletic está en puestos de descenso y hoy juega en Mendizorrotza frente al poderoso Alavés, que tiene diez puntos más en su casillero y aunque Abelardo diga con la boca pequeña que el objetivo es la permanencia sin duda que acaricia el sueño de clasificarse para Europa, que de eso se trata este invento, que procura gozo y pasión, pero que también provoca el desencanto, y en esas está Ibai, salpicado por dos aguas.
Pues bien, el reencuentro se produce en tiempos de zozobra, en plena campaña electoral y con la parroquia de San Mamés con la angustia metida en el cuerpo. O sea, que se da el caldo de cultivo ideal para invocar a los viejos fantasmas.
Futbolistas con ínfulas que ahora parecen espectros. Mucho se ha hablado de Ander Herrera, de labia fácil y reputado bienqueda, a quien jamás le oiremos decir lo que dijo Ibai, salvo con el Zaragoza, que ese sí que es el club de su corazón. Ojo al dato con el centrocampista del Manchester United, imputado por el presunto amaño del Levante-Zaragoza (temporada 2010-2011) y cuyo juicio tiene fecha para el 3 de septiembre de 2019 en la sala de lo penal número 7 de Valencia, con la consiguiente posibilidad que quedar inhabilitado para el fútbol profesional.
Herrera es ajeno a las veleidades que rodean al equipo rojiblanco, pero no es el caso de Fernando Llorente, de profesión suplente, aquel aclamado delantero que miró por encima del hombro al Athletic y desdeñó aquella oferta irrechazable que entonces le hizo Josu Urrutia (lástima que se le olvidó ponerle la cabeza sanguinolenta de un brioso corcel entre las sábanas de blanco satén del apolíneo delantero). Como saben, Llorente volvió a mostrar el pasado martes, tras el Barça-Tottenham, sus deseos de regresar al club que le catapultó a la fama, y mira por donde se me vino a la mente aquella ñoña canción de Dalila sobre Gigi el Amoroso, un guaperas que dejó el cariño de los suyos para buscar fortuna allende los mares. “¿Gigi, estás escondido? No te ha ido bien por allá, eh? Pero Gigi, ¿pensabas llegar acaso a ser Gigi el Americano? ¡Tú eres Guiseppe Fabrizio Luca Santini y eres Napolitano...!”. Pues eso. Y porque, además de dar tumbos por ahí (Juventus, Sevilla Swansea, Tottenham) con mucha pena y nada de gloria, cumplirá en febrero los 34 años, o sea, que ya está un tanto ajado, salvo que venga casi gratis, en plan Gigi me equivoqué, y entonces habría que sopesarlo.
Pero eso lo tendrá que decidir Alberto Uribe-Echevarría o Aitor Elizegi, uno de los cuales relevará a Urrutia en el palacio de Ibaigane con el mercado invernal abierto y la evidente necesidad de refuerzos, si los hay que merezcan la pena, que esa es otra. Y otra también es cómo se justifica, y me estoy acordando de chaval de Minnesota y sus legítimos derechos que de forma recurrente utiliza Elizegi, o argucias por el estilo que siempre regresan al Athletic en época de aflicción.
Sí lo merece Ibai, aunque solo sea para saber que hay futbolistas capaces de decir lo que dijo mientras le abrían la puerta de salida.
A la espera de acontecimientos, flaco favor le ha hecho Urrutia a su candidato preferido, Alberto Uribe-Echevarría, renovando a Balenziaga y De Marcos con la figura de Javier Aldazabal de fondo, y como si la firma fuera perentoria, en vez de esperar al nuevo jefe. Ni que el mismísimo PSG estuviera al acecho y dispuesto a llevárselos a su harén.