en ocasiones el mensajero era ejecutado, pero lo habitual era respetarlo o utilizarlo como portavoz de respuesta al remitente. De hecho, cuando se publica información sobre un asunto candente o espinoso es esto último lo que se está haciendo. Evidentemente no lo entiende así en Mallorca el juez del caso Cursach, decomisando móviles y ordenadores a periodistas, en lugar de imputar a quienes filtraron la información. Ha tomado al mensajero por mensaje culposo.
Esta columna de lunes no es mi diario personal, pero a veces ocurren situaciones profesionales peculiares que merecen la pena airear. Esta semana había quedado con Sami Naïr, argelino nacionalizado francés, ex eurodiputado, político, filósofo, sociólogo, politólogo, columnista, catedrático en Pablo Olavide. Experto en inmigración, en refugiados, adalid de la Europa mestiza y de la interculturalidad, de la ciudadanía compartida y del codesarrollo, pensé que su estancia en Euskadi bien merecía recoger sus ideas para darles altavoz.
En el mundo cada dos segundos una persona es forzada a desplazarse de su hogar, 68,5millones de personas han tenido que huir de él; de ellos, 25,5 son refugiados (la mitad menores de 18 años) y diez millones son apátridas sin derecho alguno, ni tan siquiera a un mínimo futuro. El año pasado 3,1 millones pidieron asilo político.
Estos refugiados serían el 20º país del mundo en población; reflexiono sobre lo que hacemos/NO hacemos para que tantos millones sufran tanto; pienso en la resiliencia y coraje de estas personas y por ello apoyo e impulso la solidaridad y sobre todo las actuaciones para que recobren toda su dignidad, aunque el mío sea sólo un granito.
Ante esta situación y con este pensamiento gestioné la entrevista con el sr. Sami, para que me volcara su visión experta, con el trasfondo de esperanza para quienes vienen y para frenar la desconfianza, y hasta el miedo, de quienes aquí estamos. No lo digo yo, sino el ascenso de fuerzas políticas que emergen en Europa con el viejo/negro mantra de la xenofobia y rechazo al diferente. Pero el sr. Sami no tuvo a bien contestarme, le ofendió mi primera pregunta sobre si era argelino, francés o simplemente un ser humano y le encendió la segunda sobre por qué hay miedo en Europa al inmigrante; se levantó y airado me plantó. En mi vida profesional he entrevistado a un variopinto espectro de personas/personajes, el presidente Suárez, a Rubial, Garaikoetxea, Ardanza, al president Maragall, a ministros y consejeros; a delincuentes como Julen Elorriaga, a todos los arartekos, a premios Nobel: Dalai Lama, James Allison, Yamanaka o William Nordhaus, a actores como Arturo Fernández o cantantes como Julio Iglesias o sabios como J. M. Barandiarán o a controvertidos deportistas como Clemente, y una larguísima lista con quienes no tenía coincidencia ideológica, sino hasta profunda discrepancia de opinión y actuación. Pero nunca se me habían levantado ante la hipotética impertinencia de mis preguntas como ha hecho Sami Naïr. Puede que estuviera cansado o más cansado aún de recibir siempre similares preguntas, pero junto a sus conferencias con brillantes ideas interculturales está la realidad de inmigrantes y refugiados que yo trataba de reflejar. Porque yo solo era la mensajera intermediaria, no un agente de Vox o Le Pen camuflada.