como en general nosotras, por igual trabajo, de media cobramos un salario inferior en un 16% al de los varones, desde el 1 noviembre (día de todas las santas) trabajamos gratis. Onerosa donación a mayor gloria de un PIB mal repartido en lo social, pero también en lo que atañe al género.

La última víctima de violencia de género, Sacramento Roca de 36 años, asesinada por su ex pareja en Palma de Mallorca. Además de niños/as y algunos hombres, se pasará de 50 asesinadas y es muy probable que este año se supere al pasado, sumando desde 2003 las 972 mujeres asesinadas, bastantes más que los asesinatos provocados en 50 años por ETA, aunque un solo asesinato ya es demasía. Además, con futuro de mal agüero, la edad de las víctimas va a la baja.

Desde la injusticia laboral y salarial citadas, reparto doméstico desigual, mayor dificultad de ascenso profesional y menor cuantía de la pensión femenina, desde todas las desigualdades aún presentes pasando por la consideración cotidiana de inferioridad de la mujer, real que no legal, hasta desembocar en la violencia que se ejerce sobre muchas de ellas, existe un hilo conductor que no termina ni de reprobarse socialmente del todo ni por supuesto de romperse definitivamente. Se dice rechazar esta violencia, pero no se atajan las causas.

El 25 de noviembre, “Día Internacional contra la violencia hacia las mujeres”, en la plaza de la Estación de Las Arenas-Getxo colocarán 85 sillas vacías in memoriam de mujeres y niños/as asesinadas por el mero hecho de serlo. Visibilizar lo invisible. “No sirve de nada; solo lo hacen por figurar y aguantar su propia poltrona; es un absurdo, el dinero no debe emplearse para esto?” son expresiones escuchadas junto a otras de aprobación para el recuerdo visual y que muestran que no todos aprecian la existencia de esta violencia específica y mucho menos que sea feminicidio terrorista.

En campaña electoral (casi) todos se posicionan del lado feminista, pero luego, ante la práctica normativa para la igualdad de género su posicionamiento no parece tan decidido; por ejemplo, favoreciendo la formación en género en la Escuela, la policía, judicatura? y dotando con recursos económicos, humanos y materiales a unidades especializadas en violencia sexual y de género. Desde más de 200 colectivos feministas, ONG pro-derechos humanos y cooperación se denuncia que las administraciones españolas no posean ni tan siquiera datos estadísticos fiables, actualizados y segregados, que visibilicen la magnitud de la violencia contra las mujeres. Y la realidad desconocida no puede cambiarse, ni mucho menos mejorarse.

Quizá por esta falta de información, formación y concienciación, ni un 20% de las mujeres asesinadas habían denunciado previamente maltrato, es posible que para no ser re-victimizadas por un sistema que pone ningunea su denuncia, posiblemente por carencias en formación, que además llevan a que la mitad de las denuncias por abuso y maltrato sean sobreseídas. Se niega el infierno o se busca en el ultramundo, pero resulta que el 25 de noviembre nos recuerda que está aquí y que para muchas mujeres puede ser un violento infierno portátil en el que cualquiera puede abrasarse por el mero hecho de ser mujer.