EL Tribunal Supremo de Pakistán absolvió el miércoles a Asia Bibi, una mujer que ha pasado ocho años en el corredor de la muerte, esperando ser ahorcada, por un delito de blasfemia contra el islam: Su crimen fue beber del mismo vaso de agua que unas compañeras musulmanas, siendo ella cristiana y por tanto impura, y no permitir que por ello la maltrataran.

Yo conocí el caso hace ya unos años, por su abogada, la gran Asma Jahangir, que por aquel entonces era la experta independiente de las Naciones Unidas para la libertad religiosa y de creencias. Fue en 2010 cuando ella visitó Bilbao, de la mano de su ayuntamiento y de Unesco Etxea, para recibir el Premio Unesco Bilbao para la Cultura de los Derechos Humanos. La ceremonia, en el salón árabe del Ayuntamiento, fue presidida por la Directora General de la Unesco y el muy recordado Iñaki Azkuna. Asma disfrutó de unos días en Bilbao, pero en todo momento tenía la cabeza puesta en sus casos y en las personas a las que ella creía que se debía: las víctimas.

El pasado 11 de febrero recibimos la noticia de que Asma Jahangir moría a los 66 años de un paro cardíaco. La noticia tuvo eco en los principales medios internacionales con reportajes que recordaban la figura y el legado de esta gran mujer asociada para siempre con el nombre de Bilbao y que al momento de su muerte era Relatora Especial de la ONU para la situación en Irán (nunca esquivó los retos complicados). Sólo tras su muerte he sido yo plenamente consciente de la importancia de su legado como abogada, activista y experta de la ONU, en materia de libertad religiosa, igualdad de género y tolerancia cívica. Sirva este artículo como pequeño homenaje desde Bilbao, ciudad que no debería olvidarla.

Bibi Asia trabajaba en la recogida de fruta con otra mujeres en 2009. En un descanso fue a beber agua y para ello tomó un recipiente metálico. Algunas compañeras protestaron puesto que al ser cristiana contaminaría el recipiente y lo haría impuro. En la discusión se cruzaron frases subidas de tono que fueron entendidas como ofensivas al profeta. Bibi fue arrestada y posteriormente condenada a muerte. Su familia ha recibido agresiones y amenazas de muerte. En la cárcel, Bibi debía mantenerse aislada para evitar agresiones. Dos personalidades paquistaníes que osaron hacer comentarios humanitarios sobre el caso fueron asesinados por fanáticos que querían dejar claro que la libertad de opinión no tiene lugar entre ellos y quien quiera ejercerla lo pagará muy caro. Los tres jueces que decretaron esta semana su absolución han recibido ya amenazas públicas de muerte.

Asma Jahangir llevó otros muchos casos similares para defender a personas acusadas de blasfemia en Pakistán. Y denunció que muchas veces este delito se emplea para resolver disputas personales, odios familiares o conflictos sobre propiedades, cuando una de las partes pertenece a una minora religiosa (cristianos, principalmente: un 2% de la población del país, de la extracción más pobre). La propia Asma sufrió agresiones por su trabajo en defensa de la tolerancia religiosa y tuvo en ocasiones que esconder a su familia para evitar disgustos mayores.

El inaceptable delito de blasfemia debería desaparecer de cualquier sistema jurídico humano y dejar que Dios, se llame como se llame y sea cual sea su profeta verdadero, tenga allá arriba las formas de justicia que crea conveniente, todo lo crueles que guste cuando vea su muy sensible orgullo dañado por alguno de nuestros miserables comentarios. Pero aquí, entre falibles humanos, nos debemos unos principios de tolerancia y convivencia a medida humana, que por eso llamamos derechos humanos. Asma Jahangir, un poco bilbaina de honor, luchó por ellos toda la vida. Esta semana Asia Bibi ha sido liberada pero su sufrimiento seguirá: no tengan duda de que aún pagará cara su rebeldía. Quería traerles ambas historias, las de Asma y Asia, cruzadas entre sí y con Bilbao.