Ahora resulta que lo esperpéntico de la Guerra del Nombre, declarada por Grecia a Macedonia, ya no es una exclusiva ateniense, sino que tiene una réplica mejorada en los gobiernos de Hungría y Ucrania.
Grecia bloqueaba cualquier ingreso macedonio en la Unión Europea y organizaciones de la OTAN si la exrepública yugoslava no cambiaba de nombre, porque -arguye Atenas- ella tiene una provincia que también se llama Macedonia. Este tipo de conflicto -que no entiende nadie más que los griegos- lo plantean ahora a su vez magiares y ucranianos, pero por una hipotética deslealtad patriótica de las minorías.
Y es que en la Ucrania Carpática -región lindante con Hungría, Rumanía y Eslovaquia- viven unos 150.000 habitantes de etnia magiar a los que les perjudica de refilón las tensiones actuales entre Kiev y Moscú. El Gobierno ucraniano dictó una serie de leyes que tienden a discriminar a la minoría rusa del país en cuanto a la enseñanza del idioma materno, pero que en su formulación genérica afecta también a otras minorías, en especial a la magiar.
El planteamiento ultranacionalista del tema hecho por el Gobierno ucraniano da pie a excesos casi xenófobos de organizaciones patrióticas ucranianas que han llegado a denunciar la existencia de funcionarios públicos con doble nacionalidad. La denuncia se apoya en una discrepancia jurídica: Hungría reconoce la doble nacionalidad a todos los pertenecientes a las minorías magiares de los países vecinos e incluso les concede pasaportes húngaros a los que lo solicitan, pero Ucrania no admite más que una ciudadanía.
Atizado el ultranacionalismo por el conflicto con Rusia, el tema de la minoría magiar de Ucrania ha subido de tono hasta llegar a la mutua expulsión de los respectivos cónsules y la presentación de un proyecto de ley en Ucrania para que se investigue a todos los funcionarios de la minoría húngara que tengan la doble nacionalidad. No se les castigará por ello, pero sí -si prospera el proyecto de ley- se les prohibirá el acceso a información confidencial si ocupasen altos cargos en la Administración Pública.
En el rigodón de quejas, denuncias y amenazas emprendido por los gobiernos de Kiev y Budapest, el primero ha puesto el listón del absurdo al nivel máximo. Ante las amenazas magiares de bloquear toda aproximación ucraniana a la Unión Europea y la OTAN si no rectifica en su política de minorías, Ucrania ha dicho que su Constitución es igual a la francesa, Estado de cuño europeísta indiscutible. Lo malo es que el Estado francés no reconoce minoría alguna en su Constitución y la ucraniana, sí?