LO pretencioso es el resultado de una ambición sin talento. Al último serial de Telecinco le sobra codicia y le falta narrativa. Vivir sin permiso logró en su estreno más de tres millones de espectadores y pasó a formar parte de los triunfadores en taquilla y fracasados en lo importante. En apariencia, es una serie más de narcos situada en Galicia, pero se descalabra en un culebrón penoso con todos los elementos del género corregidos y aumentados. Está la figura del capo, que encarna el galán José Coronado al que han llamado Nemo, por Nemesio y no por el capitán del Nautilus. Tiene Alzheimer y mala conciencia, por lo que decide dejar las cosas arregladas y liquidar su tinglado criminal. ¿Quién tomará el mando? La familia, claro, es lo primero: el hijo adicto y homosexual, la hija sensible y artista, el ahijado listo y calculador y la ilegítima, única inocente en un escenario de personajes alambicados. Añadan traiciones, policías y políticos corruptos, un poco de sexo y una antigua novia en coma y tendrán una aberrante imitación de padrino. Para rematar nos brinda una de esas frases engoladas perteneciente a la épica de los héroes de baratillo. Es la que Nemo Bandeira, henchido de sublime angustia, suelta a su sicario: “Prométeme que cuando no recuerde el nombre de mis hijos me pegarás un tiro”. Todas las campanas de catedrales y ermitas de Galicia repicaron al unísono tras el juramento del hampón. Así de simple es lo demás, como cuando el profesor de instituto arenga a los chicos para que no se alisten al narcotráfico. Al otro lado, en la imperfecta realidad, ETB2 se marcaba un éxito con la entrevista de Xabier Lapitz a Carles Puigdemont, y La Sexta y Ferreras hacían lo propio con el candidato francés a la alcaldía de Barcelona, Manuel Valls. Ay, Dios, ya estamos en campaña electoral.
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