Aun mes del plazo que la Unión Europea le ha puesto al período negociador para alcanzar un Acuerdo de Salida del Reino Unido, la realidad es que todas las opciones posibles del desenlace final del Brexit están abiertas. Resulta casi imposible adscribir porcentajes de probabilidad a cualquiera de ellas: la de un documento light favorable a la UE; el de las condiciones duras solicitado por los eurófobos tories; la extremista de salirse sin acuerdo propugnado por Boris Johnson o la increíble inicialmente de la celebración de un segundo referéndum, mayoritaria hoy en las encuestas y con creciente apoyo en las filas laboristas.

A lo largo del más de año y medio de negociación, si algo ha quedado claro es que el Brexit es el síntoma de una enfermedad: la profunda crisis política que vive el Reino Unido. Todo lo sucedido ha tenido como trasfondo real la situación vivida en el seno del Partido Conservador y también, por contagio, en el Partido Laborista. Tanto es así, que el Brexit se ha llevado por delante a sus más tenaces defensores, los ultranacionalistas del UKIP. La prueba la tuvimos la semana pasada en Salzburgo, en el Consejo Europeo informal. Tras la cena del miércoles, en la charla ante la chimenea, Theresa May se confesó ante sus hasta ahora colegas europeos. Más de media hora de soliloquio quejumbroso sobre sus problemas en su partido y sus tribulaciones para aprobar cualquier acuerdo en el Parlamento de Westminster. Sudor y lágrimas que no arrancaron ni una sola intervención de los 27. Silencio absoluto y al día siguiente un recado de vuelta a Londres: un mes de ultimátum para tener una nueva oferta aceptable para la UE.

El congreso ‘Tory’, momento decisivo Pero más allá de la teatralidad, la premier británica sabe que todo se juega del 30 de septiembre al 3 de octubre en Birmingham, en el Congreso de su partido. Si sobrevive y sale reforzada por los suyos, podría acelerar las negociaciones y alcanzar un acuerdo in extremis, seguramente más light que duro. Pero si los críticos se imponen, puede abrirse una crisis que provoque un adelanto electoral de impredecible resultado, incluida una hipotética victoria laborista. En todo caso, aunque May salga viva de su Congreso, le quedará aprobar en el Parlamento el Acuerdo. Allí, a fecha de hoy, 54 diputados tories se niegan a cualquier tipo de salida pactada, por lo que se habla ya del voto a favor de 54 laboristas que podrían inmolarse por el bien de un acuerdo, aunque Corbyn lo niegue y siga pidiendo elecciones anticipadas.

Canarias aporta soluciones a Irlanda del Norte Por surrealista que parezca, el problema irresoluble de estas negociaciones, la frontera de Irlanda del Norte, ha encontrado una posible vía de solución en la región ultra periférica europea de las Islas Canarias. De hecho sorprendió en los meses precedentes las reuniones mantenidas por el jefe de los negociadores de la UE, Michael Barnier, con el presidente canario, Fernando Clavijo. Ahora sabemos que Barnier ofreció la semana pasada a Londres un sistema administrativo y fiscal para la frontera irlandesa de zona franca similar al vigente en Canarias. En todo caso, May la rechazó de plano. Llegamos así al último acto de esta tragedia shakespeareana sin saber si esto acaba en Hamlet, Macbeth o el rey Lear. Lo único que parece evidente es que la firmeza rotunda con que la Unión Europea ha afrontado la negociación se basa en dar un mensaje claro a los Estados miembros con tentaciones de seguir el camino británico y al resto del mundo: salirse de Europa no puede salir gratis o lo que es lo mismo, entrar en el club no resulta fácil, pero irse es muy complicado. Pintan bastos para Londres.