FRANCO, como Chanquete, ha muerto, pero según leía ayer en este diario, vuelve, “¿acaso se había ido?”; no, y no solo vuelve, sino que revuelve y lo revuelven, porque sus secuaces -no solo tertulianos con morriña y militares jubilados- nos siguen amagando a todos. Una más de las patatas calientes que el gobierno Sánchez&psoe et al. no sabe cómo agarrar, tal vez porque no tenga guantes políticos suficientes para hacerlo: migrantes, expulsiones en caliente, presupuestos, Catalunya en disparadero, acercamiento de presos, cumplimiento del Estatuto de Gernika? y luego tenemos “la justicia igual para todos” semidisculpando a la manada de acosadores sexuales, persiguiendo a políticos y artistas, achacando terrorismo a peleas nocturnas mientras abre rauda la celda al yerno/hermano del rey. Me quedo con la decencia personal de Pili Zabala que se va porque no entiende la política que le niega hasta el trato de víctima.

Olas de calor, colas en autopistas, balconing, agresiones sexuales, estafas en la RGI, circular a treinta kilómetros por hora por Bilbao, finiquito a los motores diésel? y hasta la muerte de un joven por una vaca en Bárcena son noticias que han llenado parte de mi tiempo vacacional. Además de las impertinencias internacionales del naranjito Trump en el sobresalto continuo.

Pero entre toda esta vorágine de asuntos cercanos e inmediatos de mi particular veranillo vacacional no he podido esquivar el dato de nuestra huella ecológica, el diferencial entre los recursos que utilizamos y los que la Tierra es capaz de reponer. Sale negativo claro, porque el pasado día 1 agotamos los recursos alimentarios y energéticos disponibles para todo el año; desde ese día vivimos endeudados: es nuestro préstamo ecológico. Es grave, porque en siete meses hemos consumido lo del año, pero es aún más preocupante porque en el año 2000 el préstamo llegó en octubre y en 2013 el 19 de agosto. Vivimos a crédito de alimentos, de agua, de CO2? cual burbuja inmobiliaria de hace diez años. Y en lugar de reducirlo lo vamos aumentando de manera bastante inconsciente.

Con este uso-abuso de medios hemos forzado la resiliencia de la naturaleza y caminamos hacia un mundo sin hielo, hacia un océano con un metro más de nivel, hacia desiertos cada vez más amplios, hacia climas más extremosos? A escala global consumimos anualmente el equivalente a 1,6 planetas, que en 2020 serán 1,75 y 2,5 planetas en 2050. Nos lo estamos comiendo, unos más que otros, es verdad.

Pero como este año ha llovido bien nos olvidamos de las devastadoras inundaciones, las terribles tormentas, los tsunamis arrasadores, los deshielos irreversibles en glaciares y polos, vivimos como si no hubiera un evidente cambio climático, porque es evidente que no es apocalípticamente inmediato.

He aquí mi sobresalto, porque 2050 o 2100 pillaban muy lejos para preocuparse demasiado por estas zarandajas ecológicas hasta que llegaron José Luis Cordeiro & David Wood con La muerte de la muerte, augurando que para 2045 la humanidad conseguirá la inmortalidad. Y aquí adquiere otra dimensión el préstamo ecológico, porque ya no será a otra generación a quien se le inunde el garaje o no tengan agua? seré yo misma quien viva inundada o pase sed.

Nos comemos-bebemos el planeta y no sé si aún estamos a tiempo de remediarlo sin plástico ni gasoil o de mandar al carajo la inmortalidad prometida.