Hace dos semanas visitó Euskadi un personaje que merece la pena conocer. Se llama Marian Turski. Visitó Gernika, el Museo de la Paz y la Casa de Juntas, e impartió una conferencia en la Universidad de Deusto.

Marian Turski es un periodista e historiador judío polaco, superviviente de algunos de los capítulos más duros del Holocausto. Vivió primero en el gueto de ?ód?t y de allí fue enviado a Auschwitz. En las últimas semanas de la guerra le tocó participar en dos marchas de la muerte (aquellos traslados imposibles, a pie, en gélido invierno, por la nieve, noche y día, sin alimentos, sin parar, de los que tan pocos lograron sobrevivir). La primera marcha fue de Auschwitz a Buchenwald y desde allí, la segunda, a Theresienstadt donde la liberación se produjo ya con la guerra terminada y Hitler calcinado.

Habló en Deusto, a sus 92 años (en muy envidiable forma física y mental), en inglés (una lengua que no es la suya), de pie (rechazó la invitación a hacerlo sentado tras la mesa), con solo unas breves notas sobre el atril (un esquema de unas pocas frases y cuatro breves párrafos de testimonios que quería leer). En dos horas no perdió la concentración, la lucidez, la cercanía y hasta el humor.

Nos habló de la resistencia judía (especialmente del levantamiento de Varsovia) con el muy provocador título de ¿Por qué tan tarde? Para Turski estamos ante una pregunta fundamental, crucial: “¿por qué tan tarde?, ¿por qué tan tarde?” se preguntaba insistentemente.

A veces pasa que cualquier merluzo que ha leído un par de libros, visto algún documental o quizá seguido alguna polémica por Internet, se muestra capaz de respondernos con rotundidad, con fingida autoridad e imperdonable atrevimiento, a esta o similares preguntas. Sin embargo, Turski, testigo de aquello, actor en ocasiones, y tras décadas de estudio no se atrevió -salvo rara vez- con afirmaciones absolutas.

Truski apuntó, en ocasiones admitiendo fortalezas y debilidades en cada argumento, varias líneas de respuesta: recordó que la “solución final” no estuvo programada desde el principio, sino que fue construyéndose poco a poco y no fue una política de aniquilación total hasta mediados o finales de 1941; recordó que la información que llegaba a los guetos era fragmentaria, confusa, contradictoria; nos contó que en ocasiones no querían creer las noticias que llegaban sobre las atrocidades, aquello era imposible de creer; cuestionó si cierta mentalidad religiosa podía admitir la idea de llegar a sacrificarse si fuera necesario para asegurar la supervivencia del pueblo; nos hizo ver que la responsabilidad sobre ancianos, niños y enfermos paralizaba a más de uno que podría haber reaccionado de forma distinta de haberse sentido sin cargas; dio datos sobre la ausencia de armas y dificultad para obtenerlas (incluso de los grupos no judíos resistentes a la ocupación); y finalmente también comentó sobre