CON la amplificación internacionaldel rescate humanitario del Aquariusha vuelto a resurgir entre nosotrospuertas adentro la implosión mediáticaacusatoria de tildarlo de efecto llamada enlugar de acto humano de salvación de quieneshuyen del hambre, de la guerra, de la persecuciónideológica? La recepción a los salvadosha sido multitudinaria, centenares de periodistasles esperaban, seguramente más quemigrantes rescatados. En el otro extremo dela cuerda, ayer, al mismo tiempo que la flotillaAquarius ingresaba en aguas españolas, infinidadde pateras desembarcaban casi milmigrantes en varios puntos de la costa españolasin que ningún medio de comunicacióncámara en ristre inmortalizara su arribada.

Estos últimos días también hemos escuchadoel acusatorio motete de efecto llamada enreferencia a la llegada de menores magrebíesa Euskadi, presuntamente al socaire de lasgenerosas ayudas sociales que Gobierno,diputaciones y ayuntamientos vascos les conceden.

Veo lógica la preocupación social por estas llegadasmasivas. Desde el punto de vista organizativoy de justicia distributiva es un reto paranuestra sociedad. ¡Un reto, no una invasión!Como cualquier otro ciudadano, tambiénobservo que junto a este contingente demigrantes necesitados se mueve una pléyadede buitres carroñeros, blancos-negros encomandita de extorsión, que les sacan los ojosy les comen las entrañas; mafias tratantes deesclavos del siglo XXI.

De modo que al rebufo de esta realidad resultamuy fácil que sectores con marcado sesgoideológico de rechazo al diferente lo catalicensocialmente planteándolo como invasión porefecto llamada. La respuesta modelo MatteoSalvini es tan vieja y de manual fascistoidecomo fácil de entender, y a corto plazo bastanterentable políticamente. Políticos de tertuliade café que todo lo arreglan manu militari,policía, vallas y concertinas.

No ahora, sino hace ya décadas, siempre mesorprendió la presencia en las capitales africanasde tantos europeos-americanos-japoneses-chinos haciendo negocios con las inmensasriquezas de esos países. Petróleo, diamantes,maderas preciadas, cacao, uranio, coltán?que se traían a los países ricos sin que el dineropagado a unos pocos supermillonarios dellugar permease, ni tan siquiera un poquito, alos naturales del país en forma de mayor educación,servicios sanitarios u oportunidadesde trabajo y progreso.

Comparto mi entorno con muchos descendientesde migrantes a Euskadi de hace sesentao setenta años. Cuando hablan de suspadres no dicen que vinieran por el efecto llamadavasco-catalán-madrileño-suizo o francés,sino porque un potentísimo efecto salida,sencillamente porque su entorno no les ofrecíafuturo alguno.

¿Solución? La misma que en España hacesesenta o setenta años: migrar a lares confuturo, Euskadi, Madrid, Catalunya, Suiza,Alemania, Francia, Inglaterra? ¿Acaso no tienenahora el mismo derecho que nuestrosantepasados disfrutaron entonces?Hablamos de África porque está más cerca,pero con la migración al norte de México o defilipinos y malayos a países ricos de OrienteMedio sucede algo similar.

Si los Trump e imitadores encubiertos queexisten repartidos por el ancho mundo de lainsolidaridad humana esquilman los recursosde sus países y ponen aranceles estratosféricosa sus productos? ¿qué oportunidad lesdejan sino el efecto salida?

¿Por qué entonces nos autoengañamoshablando de efecto llamada cuando a todasluces es un clarísimo efecto salida?

nlauzirika@deia.com @nekanelauzirika