LA gente tenía ganas, así que a la primera que hubo se lanzó al aplauso por muy sosa que fuera la circunstancia. La hinchada, en realidad, se quedó con un punto de frustración, pues quería ver algún paradón de Iago Herrerín, pese al morbo que eso implica, con tal de jalearle con frenesí. La afición deseaba en definitiva pasar página al culebrón dando una cálida bienvenida al nuevo inquilino de la portería rojiblanca. Escenificar un ritual en toda regla.

Lo bueno del caso es que el personal se quedó encantado de la vida con Herrerín, más que nada porque apenas tuvo trabajo. Precisamente de eso se trata en este invento: si tu portero prácticamente pasa inadvertido es señal inequívoca de que la cosa marcha. Supone que el Athletic ha funcionado y que su rival, el Alavés, además no tuvo su día. Supone también que el equipo rojiblanco confirma su renacer, y en este punto volvemos al principio de la historia.

La gente acudió a San Mamés predispuesta. Harta del culebrón y entregada al hombre que hizo posible la victoria del Athletic en el Benito Villamarín durante el anterior encuentro de Liga. Frente al Betis, Herrerín hizo un partido que se puede catalogar de perfecto. Cuando el portero suplente se planta así de farruco en la plaza del mismísimo Curro Romero reclamando la alternativa y el titular dice que no dice nada mostrando una actitud tan escapista como irritante la gente se encanalla, y es entonces cuando Kepa Arrizabalaga deja de ser un portero predestinado a marcar toda una época y se convierte en un traidor en toda regla.

Que no se me entienda mal: es lícito que el guardameta tenga ínfulas de grandeza y sueñe con ganar títulos, pero más lícito aún es que tenga la galanura, o la chulería, o la honradez, y el arrojo o la valentía de reconocerlo. Sucede que cuando un asunto como este se convierte en secreto a voces y el interfecto hace mutis por el foro la gente se encabrona, no en vano el fútbol mama en la pasión y vive de las emociones.

Y a todo esto va Zidane y exclama, porque lo suyo fue exclamación, que “ahora” no necesita un portero. Puede que tan solo se trate de una pose, el brioso apoyo a cada jugador de su plantilla comenzando por Keylor Navas, natural, y no lo que supuestamente parece: Kepa, que venga en junio, y además ¡gratis!

Lo que faltaba. Porque, de ser así, Arrizabalaga volvería a la titularidad, ¿o no?; mientras el culebrón se transforma en una hidra de siete cabezas y aliento venenoso.

Por decoro y decencia, la afición ya solo espera de Kepa que, de confirmarse el siniestro plan del Madrid, implore su inmediato fichaje, previo pago de los 20 millones de la cláusula a modo de ripio resarcimiento: arrivederci Roma y de nada por los exiguos servicios prestados.

En estos tiempos donde el romanticismo, el amor a los colores y metáforas similares suenan a ñoño o están en franco retroceso, conforta que Iñaki Williams, que ayer cuajó un excelente partido (cuando vea más a menudo puerta va a ser la repera), diga mostrando ilusión que quiere renovar el contrato redoblando la cláusula hasta donde haga falta para disuadir a las fuerzas imperiales. Un detalle que, por razones obvias, se encargó de airear Josu Urrutia cuando desgranó los pormenores del proceloso desencuentro con el guardameta de Ondarroa.

Así que demos una cálida bienvenida a Herrerín, que pronto tendrá que currarse el puesto en dura pugna con Remiro, que ayer paró un penalti con el Huesca, y Unai Simón, el nuevo suplente. O sea, que donde el Athletic no tiene ahora problemas es precisamente en la portería.

La victoria ante el Betis a lomos de Herrerín sin duda que tuvo efectos terapéuticos en el Athletic, pues ante el Alavés mostró un claro rearme anímico, confianza en su juego y jerarquía frente a su adversario.

La gente también quería ver a Yeray en acción, aunque fuera un puñado de minutos, para mostrarle su cariño y reconocimiento, y sin embargo también se quedó con las ganas. Hombre, José Ángel. Con el partido liquidado, Etxeita con tarjeta amarilla y la súplica del pueblo soberano, cómo se le ocurre gastar el tercer cambio, en el minuto 91, con Sabin Merino. En definitiva, ¿para qué diantres convocó a Yeray?