EL equipo da la cara, juega con muchísimo corazón y no se da por vencido pese a venir de viajes largos (y mejor corramos un tupido velo sobre ese largo viaje al reino de la mediocridad), dijo José Ángel Ziganda tras el partido frente al Leganés. Es decir, sus chicos se limitaron a hacer lo mínimamente indispensable tratándose de profesionales de altos vuelos y generosas fichas. Pero en este apasionante deporte es fundamental resolver lo mejor que se pueda una sencilla pregunta: ¿Y qué hacemos con la pelota? Dicho de otro modo: ¿a qué juega el Athletic?, vivo ejemplo de la desorientación absoluta en clamoroso contraste con lo que tenía enfrente, es decir, un equipo que también da la cara, pone mucho corazón y sobre todo sabe a qué juega. Sutil diferencia que ha encaramado al Leganés, el equipo modesto por antonomasia, hasta la quinta plaza clasificatoria y que, junto al Barça, es el conjunto menos goleado de la categoría.
El Ostersunds sueco también le puso mucho corazón y entusiasmo el pasado jueves, pero ganó al Athletic en lo otro, en lo esencial: también tiene muy claro a qué juega.
Sabía el Athletic a lo que jugaba en los tiempos no tan lejanos de Ernesto Valverde, y con prácticamente los mismos mimbres Ziganda ha elaborado un cesto lleno de agujeros.
“Si algo bueno tiene este equipo es que no va a agachar la cabeza, que va a seguir trabajando más si cabe”, afirmó con buen talante San José, que tuvo la desdicha de perder el balón que acabó en el gol de Beauvue. Gajes del oficio, naturalmente, pero sobre todo fatalidad absoluta porque a partir de entonces el Athletic no tuvo ni una oportunidad de resarcirse. Ni tampoco antes, prácticamente, si tenemos en cuenta que en todo el partido los chicos tiraron tan solo dos veces contra la portería de Cuéllar. Ocurrió en un momento relámpago, al comienzo de la segunda parte. Es desolador que no hubiera nada más. Y era el Leganés quien estaba enfrente.
En lo esencial estamos de acuerdo con San José: seguro que el equipo jamás agachará la cabeza y sus hombres pelarán como jabatos mas, ¿y el fútbol? ¿Dónde está el fútbol?
San José, como buen navarro, o Ziganda, que además se forjó allá, conocen de sobra el bravío lema de los rojillos: “¡¡Osasuna nunca se rinde...!!” y así, en alegre biribilketa (y salvando las distancias), se fueron a Segunda. Cuanta razón tenían los escolásticos: el infierno está lleno de buenas intenciones.
Así que, menos lobos con este libreto de primeros auxilios; nos vamos a dejar la piel en el campo y exprimiremos hasta la última gota de sudor en el empeño, y más jugar al fútbol, que es de lo que se trata.
Sin embargo hay que entender a los muchachos y sus circunstancias. Cuando uno carece de otro argumentario se apela a la voluntad, el propósito de enmienda y a la épica. Es humano, y muy comprensible. Y por ahí precisamente fueron las palabras de Iturraspe: “Estamos a muerte con el entrenador”, dijo, como no podía ser de otra manera. Sucede que cuando se menta esta bicha es que estamos entrando en otra dimensión. Con su enfático apoyo el centrocampista de Abadiño nos pone sobre la pista: la crisis.
“Yo soy el responsable”, afirmó tras el partido Ziganda, y lo malo es que nadie se lo va a discutir. Centrocampistas que no construyen, futbolistas rápidos para percutir por las bandas que no reciben un balón en condiciones porque el equipo está diseñado más para defender (y enfrente estaba el Leganés) que para crear, y ni defiende ni crea. El tedio, en definitiva. Curiosamente son los nuevos, Unai Núñez y sobre todo Iñigo Córdoba, quienes más irredentos se muestran ante la derrota, quizá porque les azuza el entusiasmo que provoca su bisoñez.
El panorama se torna sombrío, con el Barça en puertas, poco después la visita del Ostersunds y el temor al quebranto europeo. Tal vez entonces Ziganda dejará de hacer rotaciones como churros en la Aste Nagusia. Pero, por favor, no seamos agoreros. Justamente lo contrario: les tomamos la palabra.