LA labor del colegiado Ignacio Iglesias Villanueva en el Athletic-Sevilla fue en todo momento correcta. Supo llevar el partido controlado, ya que hubo numerosas acciones durante el encuentro de mucho contacto físico, como es habitual cada vez que juegan estos dos equipos. El árbitro gallego no se descompuso disciplinariamente en San Mamés.

Iglesias Villanueva acertó cuando no señaló penalti en un rechace en el que el balón dio en la mano de Carole. Por otra parte, fue impropio que Aritz Aduriz protestase una acción involuntaria que venía de un rebote. En este sentido, la amonestación que vio el delantero rojiblanco fue correcta.

Sin embargo, en la segunda parte del choque existió una mano del sevillista Corchia dentro del área en la que en el defensor ocupó un espacio que no correspondía a una posición normal, ya que el balón se dirigía hacia la portería, por lo que a mi entender fue una acción que se debió de señalar como penalti. Este, bajo mi punto de vista, fue el único error que cometió Iglesias Villanueva durante todo el partido.

En líneas generales fue un enfrentamiento duro, tremendamente competido, con asimismo muchas pérdidas de tiempo, ingredientes que complican la labor arbitral y que exigen de precisas y acertadas decisiones. Considero que el árbitro gallego fue capaz de sacar adelante el partido con dignidad.

Por otro lado, tratando sobre el aspecto deportivo, pienso que hacen falta más partidos de este calibre para que el Athletic de Kuko Ziganda coja oxígeno de cara al apretado calendario que tiene por delante. Sin ir más lejos, el equipo bilbaino tiene un exigente compromiso europeo en el que debe dar la cara. Para ello, la confianza adquirida ayer ante un rival de entidad tendrá su valor.