EN cuanto vi la viñeta de Asier se me escapó la risa. En tres sucintos recuadros el dibujante supo definir la precisa dimensión del partido. Sin embargo no había sarcasmo. Ni tan siquiera una fina ironía. Simplemente era desternillante. Humor blanco, con buen rollo: Ziganda camina apesadumbrado y se cruza con un espejo. El cristal, en vez de reflejar su imagen, proyecta la estampa de Chiquito de la Calzada, malagueño de La Trinidad. Asier, con esa sutil sugerencia, nos obliga a visualizar mentalmente al técnico navarro gesticulando de aquella manera, arqueando los dedos a modo y musitando: “¡¡No puedo, no puedo, fistro pecador...!!”, y ante una invitación como esta no queda otra que sonreír y tomárselo con filosofía. Pero hubo que mirar la viñeta pasado un tiempo prudencial, cuando el hincha ha digerido las consecuencias del ridículo espantoso frente al Málaga, un equipo que barruntaba ruina y ha salido del encuentro reconfortado, con la moral alta, Míchel ratificado y el primer punto en su casillero.
Como dijo aquel, de entre las cosas que no son importantes, el fútbol es la más importante, y ahí es donde se arruga sin remedio el corazoncito, que no sabe si llorar, o reír por no llorar; o maldecir por lo bajines por las promesas incumplidas, un asunto peligroso cuando apenas han transcurrido seis jornadas de Liga y queda casi todo por contar.
De momento llega la hora de templar gaitas, dando por hecho que los chicos del Athletic han tomado buena nota de semejante desdoro y el enorme disgusto que le dieron a la afición. Sobre todo conviene que Ziganda ratifique a Lekue, pues si hasta el partido de La Rosaleda el lateral derecho era un jugador de su plena confianza para nada puede convertirse ahora en el chivo expiatorio del despropósito. Y desde luego Ziganda debe recapacitar (y hacer autocrítica, por qué no) de las cosas que está haciendo mal, con un desmedido trasiego al concebir las alineaciones y el mortecino juego que ofrece el equipo.
Pasaba lo mismo hace unos días, pero entonces el fin sirvió para justificar los medios, constatado que tras la tercera jornada el Athletic estaba cuarto en la tabla clasificatoria y sin haber recibido un gol en contra.
La derrota en Las Palmas certificó una sensación de conformismo y escasa ambición del colectivo. La derrota frente al Atlético mostró que ante el primer rival de fuste que se cruzaba en su camino, el Athletic fue poca cosa. Y ya, lo de Málaga. Asier y su Chiquito de la Calzada, el esperpento valleinclanesco reflejado a través de un espejo cóncavo.
En tan solo una semana, el Athletic ha caído de la cuarta plaza a la undécima. Pero lo malo es que la última derrota, unida a todo lo demás, ha dejado en el ambiente el rastro de la desilusión, y es lo peor que le puede pasar a una afición que acogió con galanura a José Ángel Ziganda y en apenas mes y medio de competición comienza a desconfiar de sus métodos y capacidades.
Ahora bien, hemos quedado que esto es un juego, hay que tomárselo con calma y aún es pronto. O repasar los sambenitos, esa nutrida colección de episodios levanta muertos y que, en definitiva, es un episodio más de una jornada absolutamente extraña. Por ejemplo Messi, que fue incapaz de batir al Girona: no hizo falta, pues su rival marcó dos goles en su propia portería, uno de ellos obra del mismísimo Iraizoz. ¿Acaso no son raras las goleadas del Getafe al Villarreal, del Celta al Eibar en Ipurua o del Espanyol al Deportivo? Y qué me cuentan de la Real Sociedad. Venía de una coyuntura aún más boyante que la del Athletic, con el liderato a cuestas y divagando sobre una temporada grandiosa, y en una semana los sueños se ahogaron en un baño de cruda realidad. Anoche la Real perdió en Anoeta frente al Valencia, próximo rival del Athletic, con un gol de Nacho Vidal, un lateral derecho que promete dar mucho juego, sobre el césped y más allá. Y digo yo: llamándose Ignacio Vidal Millares, debe irle la marcha para salir al estadio con ese nombre artístico, tan morboso y proclive.