Hace unas semanas se publicaron los resultados de un estudio que ha documentado el primer caso conocido en que unas hormigas acuden al rescate de una compañera herida en combate. Los insectos en cuestión pertenecen a la especie Megaponera analis, una hormiga africana cuyos miembros realizan expediciones en grupos de entre 200 y 500 individuos para cazar termitas en sus termiteros. Las batallas entre termitas y hormigas no son precisamente incruentas; al contrario, las termitas también tienen poderosas mandíbulas y no son presa fácil para las hormigas. Como consecuencia, no son raras las ocasiones en que las hormigas resultan heridas de gravedad. Muchas veces llegan a perder alguna extremidad en la mandíbula de una termita.
Pues bien, es en esos casos cuando las compañeras de la hormiga a la que se ha cercenado una pata o llevan una termita firmemente anclada en su cuerpo acuden en su busca, la rescatan y se la llevan de vuelta al hormiguero. Una vez allí, en un alto porcentaje de las ocasiones se recupera y puede volver a tomar parte en nuevas partidas de caza. Si han perdido una extremidad, las hormigas rescatadas no la recuperan; sencillamente aprenden a desplazarse y a operar sin la que les falta. Un 95% de las recuperadas vuelven a cazar una o dos horas después de haber sido devueltas al hormiguero. De acuerdo con los cálculos hechos por los investigadores que han observado este comportamiento, las colonias de esta especie son un 29% mayores de lo que serían si abandonasen a su suerte a las hormigas heridas. La razón por la que ese proceder ha podido surgir en esta especie es que cazan en grupo, sus colonias son relativamente pequeñas y el número de hormigas heridas en cada ataque es relativamente alto, por lo que cada hormiga cuenta.
El mecanismo implicado es asombrosamente simple y se basa en la comunicación química a distancia mediante feromonas. Las feromonas son sustancias secretadas por ciertos seres vivos que provocan comportamientos específicos en otros individuos de la misma especie. Los ejemplares de Megaponera analis heridos en los termiteros liberan dos feromonas desde sus glándulas maxilares; esa es la señal que, al ser recibida por las compañeras, induce la respuesta consistente en acudir en su busca.
Cuando el comportamiento de rescate se dio a conocer, muchos medios se hicieron eco del mismo, y en la mayoría de los consultados por este cronista se incidía en el hecho de que el rescate no debía ser entendido como altruismo equivalente al de nuestra especie, dado que la razón por la que las hormigas lo practican es el interés por contar con abundantes efectivos para las partidas de caza. Sin embargo, esa forma de entender el altruismo me parece naif. Implica una concepción desenfocada de los comportamientos prosociales en general y altruistas o generosos en particular.
Las hormigas son organismos eusociales. Forman colonias que funcionan como si se tratase de un superorganismo. En ellos la colaboración, el trabajo en equipo y la ayuda mutua son esenciales. Pero el comportamiento prosocial también es valioso para los integrantes de los grupos humanos. También en nuestra especie rinde beneficios en términos de aptitud: tiene valor adaptativo y, con toda probabilidad, ha sido seleccionado en el curso de nuestra evolución. Por esa razón, aunque la biología, los mecanismos y las estructuras sociales son diferentes en hormigas y seres humanos, las consecuencias de la colaboración son semejantes. En rigor, por ello, no hay ninguna razón para pensar que los rescates de hormigas y los que puedan realizarse en las situaciones humanas equivalentes son sustancialmente diferentes: ambos son igualmente prosociales.