LA costumbre dice que a partir de los 100 días de Gobierno la oposición da por terminada el tiempo de cortesía. Bueno, eso era antes. Y depende de la credibilidad del discurso opositor. Según Elkarrekin Podemos, la oposición ha frenado iniciativas del Ejecutivo Urkullu porque éste está en minoría. Mejor hubiera sido que hubiera aportado algún dato más que el aritmético para explicar esa tarea. Porque podía haber admitido que en este tiempo también se ha sumado al eje PNV-PSE. En realidad, lo han hecho todos e, incluso, hemos visto votar distinto a los socios del Gobierno.
La política vasca está en fase de decantación, separando lo importante de lo accesorio, desterrando los maximalismos en búsqueda de acuerdos aún inciertos. Estamos asistiendo a una normalización de la política con un Gobierno que necesita apoyos y que los va buscando sin demasiados sobresaltos. Del sociómetro del Gobierno vasco se desprende que eso era lo que estaba buscando el votante cuando en septiembre acudió a las urnas. Todos se declaran satisfechos con el voto que emitieron y da la sensación de que tras tantos años convulsos, la sociedad tenía ganas de llegar a un remanso en el que el papel de Gobierno y de oposición transcurra por caminos bien asfaltados. A veces de encuentro y otras de enfrentamiento.
El Gobierno ha ido haciendo en tiempo razonable sus deberes: pacto entre dos, presentación de programa, de calendario legislativo y proyecto presupuestario. Ahora es el Parlamento el que debe recobrar un protagonismo para ver cómo se desarrollan, con más o menos incorporación de EH Bildu, Elkarrekin Podemos y PP a esas tareas.
La negociación presupuestaria va a ser una buena piedra de toque para comprobar qué opción toma el Gobierno y qué disposición tienen los emplazados. Paradójicamente, tanto EH Bildu como el PP han mostrado interés en negociar las cuentas. Los primeros, bajo la premisa de una futura reforma fiscal (por eso se ha ganado el rapapolvo de ELA) y el segundo con flecos tan propagandísticos como de poco impacto en las partidas (RGI). Sorprende que el PP siga llevando una política errática que le coloca fuera de juego en materias muy sensibles. Empezando por la defensa del autogobierno (tras el acuerdo de la ley Municipal hay todavía una treintena de recursos del Gobierno español pendientes) y siguiendo por su decisión de no participar en la ponencia de Memoria y Convivencia. Esta decisión resulta aún más extraña cuando de manera insistente llevan a las sesiones de control al Gobierno cuestiones relacionadas con esta materia.