Desafío británico a la débil Europa
hace una década vivíamos una orgía consumista. Todo parecía posible mediante el crédito, hasta que llegó el amargo despertar de un colapso social que ha dejado un rastro de pobreza y precariedad laboral. Hoy, sobre las ruinas de la crisis, gana posiciones el escepticismo y el convencimiento de que los gobernantes no solo han sido corruptos, sino que son incapaces de encontrar soluciones a los problemas actuales y la única salida que encuentran es presentar panorama económico, una especie de mapa isobárico, que muestra las altas presiones proteccionistas que pretende la primera ministra británica, Theresa May, y las bajas pasiones populistas que promete el ya investido presidente USA, Donald Trump.
Así las cosas, en el centro de la diana de Londres y Washington está la Unión Europea que este año conmemora el 60 aniversario del Tratado de Roma, aunque nada hay que celebrar vista la ineficacia de sus instituciones, otrora creadas como germen de un gobierno supranacional y hoy convertidas en organismos intergubernamentales. La UE, recordémoslo, nació del miedo a repetir un pasado de enfrentamientos bélicos que empujó hacia la integración europea y aumentó la paz y la prosperidad. Ahora las políticas europeas están motivadas por el miedo al futuro, pero no hay una reacción conjunta porque cada país miembro dedica su atención a tratar de sobrevivir en las nuevas borrascas que se avecinan.
UNA EUROPA DÉBIL Poco hay que añadir, que no se haya dicho ya, a las palabras de Trump el pasado viernes. Ha sido el discurso dominante acorde con el personaje. Pero no ha sido el más preocupante. Un calificativo que se lo lleva Theresa May mediante una soflama desafiante, más propia de un dictador bananero que de la dirigente de un estado como Gran Bretaña, donde se ha impuesto el ala más dura del euroescepticismo británico por varias razones. Por un lado, el miedo de los tory a ser fagocitados por Nigel Farage, líder del Partido de la Independencia del Reino Unido. Por otro, está Escocia, cuya primera ministra, Nicola Sturgeon, señaló que un drástico Brexit hace “más probable” la convocatoria de un nuevo referéndum para la independencia. Por último, está la debilidad de los organismos europeos, controlados por Angela Merkel que aspira a la reelección en los próximos comicios alemanes. Y, este último, es el factor más preocupante.
En efecto, la actitud provocadora de Theresa May solo es posible cuando el interlocutor de enfrente es frágil porque carecen de ideas europeístas para el futuro o porque son incapaces de aplicarlas en un clima social donde, Bruselas, como sede de las instituciones europeas, es calificado por los movimientos antieuropeos como un centro de poder antidemocrático y burocrático que no tiene legitimidad, tal y como se ha visto en la reunión de líderes ultranacionalistas celebrada este pasado sábado en Koblenza con la asistencia de la francesa Marine Le Pen, la alemana Frauke Petry, el holandés Geert Wilders y el italiano Matteo Salvini.
Puestos a ser mínimamente objetivos, tienen motivos para mostrar su rechazo a la UE, porque comenzó siendo la Europa de la paz y solidaridad, pronto se convirtió en la Europa de los mercaderes y, en la actualidad, es la Europa de los burócratas? alemanes, que son quienes han marcado las pautas del austericidio que, lejos de reducir la desigualdad, ha incrementado la fractura entre países ricos y acreedores y países pobres y deudores, hipotecando el futuro de Europa.
UN BUEN ACUERDO En medio de este panorama preocupante, no quisiera terminar estas líneas sin hacer referencia al acuerdo firmado esta pasada semana entre empresarios y sindicatos vascos, que tiene su importancia en la medida que es el primero al que se llega desde 1999 y que reconoce la prioridad de los convenios vascos sobre los estatales tanto para los actualmente vigentes en Euskadi, como para los que entren en vigor a partir de ahora, y tanto durante el periodo expresamente pactado como en la fase de ultractividad. Llega en un momento de incertidumbre, pero no despejará los miedos si no hay continuidad a la hora de negociar los convenios colectivos. El diálogo es el camino. No nos defrauden.