Vivimos tiempos de sobresalto para quienes convocan referéndums convencidos, claro, de que los ganarán. Porque nadie los propone para perderlos: pasó con el Brexit, sucedió en Colombia y acaba de ocurrir en Italia. El primero fue una clara irresponsabilidad política de Cameron, el segundo un fallo inexplicable de previsión y el tercero, un exceso de confianza. Pero los tres tienen en común, salvando todas las distancias, el hecho de que se adivina tras esas derrotas un castigo a eso que llamamos “establishment” (entendido como el término que designa a la élite en el poder) o más en general, un voto contra el sistema de las cosas.
Quizás el caso más claro sea el de Italia, en el que desde la extrema derecha a la extrema izquierda, pasando por el inclasificable Movimiento 5 estrellas (M5S) de Beppe Grillo, solo les ha unido el interés de volver a poner Italia patas arriba. Cierto que el dimitido Matteo Renzi fue demasiado ambicioso para lanzar una reforma con el exclusivo apoyo (y tampoco total) de las filas de su partido. Pero sin duda, lo que ha triunfado no es tanto mantener la actual Constitución sino lanzar un torpedo al sistema actual. Resulta paradójico, porque los que dicen querer cambiar son los que se han movilizado contra el cambio.
Para tratar de entender qué se mueve tras el no italiano a la reforma de Renzi, conviene escuchar cómo lo celebraron los que se oponían al cambio constitucional. Lo resume bien, exageradamente bien, el líder de la Liga Norte, Mateo Salvini: “Viva Trump, viva Putin, viva La Le Pen y viva la Lega”. La colección de vivas da una idea de qué persigue. Como el blog de M5S, donde aseguran no ser ni de izquierdas ni de derechas y donde lo más claro es la lista de agravios contra los políticos (menos los suyos, claro).
Ni siquiera el alivio austriaco con la victoria de Van Der Bellen sobre el xenófobo Norbert Hoffer consigue disipar la sombra que amenaza el marco común del que nos hemos dotado los europeos. Apunten en el calendario las elecciones francesas de abril del año que viene, antes con fecha límite del 15 de marzo en Holanda y, por supuesto, las de otoño en Alemania. Ahora, repasen los datos que proyectan los sondeos sobre el Frente Nacional de Marine Le Pen, el Partido de la Libertad en Países Bajos y la Alternativa Para Alemania. Sí, no paran de crecer. Tanto que de hecho se han convertido en adversario (¿cabe aquí lo de enemigo?) a batir por las grandes tradiciones políticas europeas, el centro derecha y la socialdemocracia.
Conviene ser conscientes del riesgo para conjurarlo. Esperemos que, esta vez sí, los sondeos se equivoquen porque si no, nos espera un 2017 muy duro.