En esto de la política no vale consolarse con aquello de que tras la tempestad viene la calma, ya que -a las circunstancias actuales me remito-, no ocurre últimamente (por lo menos en Madrid).
La grave crisis del PSOE le ha venido muy bien a Rajoy, que espera que le caiga como fruta madura. Los enredos para descabalgar a Sánchez de la secretaría general han sacado a la luz graves enfrentamientos, traiciones y luchas por el poder lamentables que han dejado muy tocado a ese partido. Y el PP, insaciable, no se conforma ni con tenerle contra las cuerdas y abocado a la abstención para no estrellarse definitivamente en unas terceras elecciones.
Aquí, el 25 de septiembre demostró, una vez más, cuál es la sociología política de este país. Y, como en legislaturas anteriores, el Parlamento de Gasteiz tendrá una muy amplia mayoría abertzale. Ahora el asunto es constituir el gobierno que trabaje para responder a las necesidades de la ciudadanía y a los grandes retos pendientes. Para ello, serán necesarios pactos y acuerdos inteligentes que faciliten la gobernabilidad en las cuestiones diarias, sin olvidar los desafíos de la nación vasca.
En ese sentido, la ronda de contactos del PNV ha servido para despejar el panorama. Podemos se ha colocado directamente en la oposición y el PP también. Éste sigue demostrando su nulo sentido democrático y falta de respeto a la ciudadanía cuando advierte que no reconocerán a la nación vasca (la españolísima, si, claro). Tengo que confesar que las declaraciones del portavoz Alonso me hicieron gracia: no se harán nacionalistas para pactar, dijo y se quedó tan ancho. Ya veremos qué va pasando porque la historia de los pueblos es tozuda y a veces hay vueltas de tuerca y cambios inesperados.
Quedan el PSE y Bildu: mediatizado y debilitado el primero por sus malos resultados y lío interno; con discurso de acuerdos el segundo. En el Alderdi Eguna del pasado día 2 Andoni Ortuzar marcaba la hoja de ruta mostrando su disposición a compartir y acordar, especialmente, con quienes acepten que Euskadi es una nación con derecho democrático a ser reconocida. Con estos mimbres tendrá que trabajar el lehendakari Urkullu que ya ha demostrado los últimos cuatro años su capacidad de abordar la acción de gobierno abierto a otras fuerzas políticas.
Termino estas líneas con un humilde y emocionado homenaje a José Antonio Agirre. Ochenta años después de su jura en Gernika, sigue en nuestros corazones el primer lehendakari, un hombre comprometido con este pueblo hasta el final. Cumplió su juramento de compromiso moral, con dignidad y sin renuncias a nuestros derechos. Y, aunque hay quienes en su visión simplista e interesada de la Historia le quitan valor, es obligado recordarle como lo que fue: querido por su pueblo, no imperialista, creador de servicios sociales como la sanidad pública vasca, defensor de la justicia social y de la libertad? A su diario De Gernika a Nueva York pasando por Berlín me remito: “No hay dolor ni sufrimiento que pueda torcer el ánimo de un pueblo que lucha por la justicia y su libertad”.