La nueva alcaldesa de Tokio, Yuriko Koike (64 años), constituye casi una revolución en el mundo político nipón. Para empezar, no cursó estudios universitarios en Estados Unidos o Europa, como tantísimos de sus colegas, sino en la Universidad de El Cairo, y se desenvuelve con la misma soltura en inglés que en árabe.
Para seguir, esta mujer rabiosamente conservadora se ha caracterizado por anteponer el pragmatismo a la ideología, y sus actuaciones políticas -fue ministra de Defensa, de Medio Ambiente y miembro de las Cámaras Alta y Baja- agradaron tanto a los ciudadanos que en los comicios municipales que acaba de ganar la afluencia de votantes fue excepcionalmente alta (más del 60%) sólo porque participaba ella.
La excelente conexión de Koike con las masas se debe seguramente a las experiencias que acumuló en el trato con el gran público durante sus años de moderadora de política en una cadena de televisión. El salto a la política nacional lo dio en el 2002, ingresando en el LDP, y -sobre todo- en el 2005, cuando apoyó decididamente al a la sazón Primer Ministro, Junichiro Koizumi, en su programa de privatización del servicio de Correos.
Luego, tanto al frente de los dos ministerios como en todos los grandes debates sociales del país, hizo alarde de un sentido común que hacía mangas y capirotes de ideologías y programas de partido. Así, luchó contra tirios y troyanos para defender la pluralidad de la sociedad nipona, y en la campaña electoral por la Asamblea Metropolitana (el nombre que se da en Japón a la alcaldía de las grandes urbes) prometió que impondría la transparencia de la administración metropolitana y erradicaría la incompetencia de los funcionarios. Pero en su primer discurso tras la victoria, sólo tuvo palabras para valorar la colaboración de todas y suplicar a todo el mundo su ayuda en la administración de la capital.
Y su pragmatismo quedó reflejado en ese mismo escenario urbano: al tratar del problema casi endémico ya de la falta de guarderías en esa metrópoli de catorce millones de habitantes, dijo que el problema se resolvería de inmediato rebajando los baremos oficiales que se imponen a las instalaciones de las guarderías para autorizarlas a trabajar.
Más aún: si en el tema de las guarderías se saltaba a la torera las normativas exageradas, en el tema del ahorro del gasto público se mostraba de una intolerancia absoluta. Ordenó que en los locales y oficinas municipales los aparatos de aire acondicionado no rebajasen la temperatura de los 28º, por muy bochornoso que fuera el clima tokiota. No hace falta decir que desde entonces en los medios municipales a Koike se la conoce por el mote de “el rayo helado”?