SÍ que sería bueno contar con más voces en el Congreso de los Diputados que acudieran a los plenos con una agenda específicamente vasca. Hasta la fecha, esa función la ha desempeñado en exclusiva el Grupo Vasco del PNV y las voces que la izquierda abertzale, cuando las ha podido o las ha querido tener, ha desplazado desde el grupo mixto. Así que, si efectivamente hubiese convicción y voluntad por parte de Unidos Podemos de llevar un discurso propio sobre las prioridades de los vascos de la CAV y de Nafarroa, sería una noticia excelente.
Le resta credibilidad el furor sobrevenido. Es cierto que el mes pasado, en vísperas electorales, los representantes de la coalición de Podemos, Izquierda Unida y Equo en la CAV anunciaron que les gustaría contar con grupo propio en el legislativo español. Pero no lo es menos que, más allá del enunciado, no se dio ningún paso en esa dirección. Hubiera sido tan sencillo como elegir una denominación diferenciada y conjunta para las listas de las circunscripciones vascas y navarra, diferenciada de la marca de Unidos Podemos. Una confluencia, vamos. Pero a los partidos de la coalición aquí no les pareció oportuno renunciar al paraguas de la proyección mediática de su matriz española. Y acertaron en esto, a la vista de los resultados en Euskadi.
De modo que el brindis de Nagua Alba anunciando que quieren hacer ahora lo que saben que no pueden es estéril, pero sobre todo es gratuito. No les va a costar una sola decepción. El mensaje del día después a que no se pueda materializar el envite está tan planificado como el gesto mismo: será culpa de la Mesa del Congreso y de la del Senado. Y santas pascuas.
Pero es que la propuesta es fast food. Comida de ingestión rápida, sobre todo si uno no levanta el pan para ver lo que lleva dentro. Dentro lleva la experiencia conocida tras las elecciones de diciembre pasado. Tras ellas, las confluencias de Podemos no pudieron tener grupo propio por más que el partido de Iglesias se empeñara. Y no fue, como pretendió el discurso difundido y retuiteado, por falta de voluntad de la Mesa. Fue porque el reglamento del Congreso y del Senado explican claramente que una misma fuerza política no puede subdividirse para disfrutar de más fondos públicos, de más turnos de palabra ni de más presupuesto en asesores.
¿Algún votante de Unidos Podemos en Euskadi pensaba que estaba votando a una fuerza distinta de la que encabezan Iglesias y Garzón? Sinceramente, no. Nadie les dijo que fuera así ni que fuera conveniente que lo fuese. Unidos Podemos en la CAV y Nafarroa no son confluencias como Compromís o En Marea. Son cuña de la madera diseñada en la Complutense. Por eso resulta tan sospechoso ahora que se trate de publicitar una fórmula que se sabe condenada al fracaso, legalmente inaplicable y que carece de contenidos a fecha de hoy. A no ser, claro, que seamos tan ruines de vincularlo con las elecciones autonómicas de otoño en Euskadi. Lo admito, he pecado.