HOY está previsto que Mariano Rajoy hable tras su encuentro con Pedro Sánchez, con quien cierra la ronda que ha mantenido para explorar posibles apoyos para ser investido presidente. En su entorno dicen que está tranquilo e incluso se aventuran a poner fecha a esa investidura, el 29 de julio. Desconozco las razones que avalan ese optimismo, aunque he de reconocer que Rajoy es un señor que siempre cae de pie sin necesidad de hacer nada extraordinario. Bueno, ni nada ordinario.
El balance tras esa primera ronda, cuento como cuente Rajoy, es que no logra sumar más votos a favor que en contra en el Congreso. Eso significa que no sería investido ni en primera votación, por carecer de mayoría absoluta, ni en segunda, porque los votos negativos que han avanzado las formaciones políticas superan a los que tiene el presidente en funciones. Exactamente, solo tiene los suyos y, probablemente los que Ciudadanos y quizás el de Coalición Canaria. Y para de contar; son insuficientes.
El PP insiste en que no hay otra alternativa que no sea Rajoy y, de acuerdo con Albert Rivera, aseguran que “la opción de unas terceras elecciones no es una opción”. Tomemos estas declaraciones de un modo tan serio y solemne como cuando el líder de Ciudadanos dijo que no permitiría un Gobierno de Rajoy por su implicación en los escándalos de corrupción. Vamos que Ciudadanos no es precisamente un partido de principios sólidos, lo cual viene muy bien para desatascar determinadas situaciones.
El problema está que ni siquiera ese giro de 180 grados de Rivera es suficiente para salir del atolladero. La aritmética es muy terca y por eso deberían entenderse esos pronunciamientos como un mero instrumento de presión hacia el PSOE que es el partido, ese sí por número, que tiene la llave. Está en su mano y no en otra decidir que la política española logre lo que es normal en otros lares, incluido Euskadi, y es un acuerdo entre fuerzas diferentes que ceden.
Sánchez ha dicho bien claro que el PSOE no facilitará de ninguna de las maneras (ni con la abstención) que Rajoy sea investido. Y, sin embargo, también se apunta a los que descartan de modo categórico unas terceras elecciones. Pues a ver si explica cómo cree compatibles ambos asertos, porque o se nos ha olvidado contar o Sánchez sabe algo que los demás desconocemos.
Sería todo un detalle que el segundo partido más votado, el que aspira a liderar la oposición y el que se presenta como alternativa del PP dejara de escurrir el bulto y deshoje la margarita. Porque mientras eso no pase, habrá que seguir incluyendo como una opción la de las terceras elecciones. Sería rizar el rizo, sí, pero visto el nivel de infantilismo que aqueja a la política española no es descartable.