Síguenos en redes sociales:

De nuevo nos la jugamos

Querida lectora, querido lector. Reflexionar sobre la situación política es a veces más un ejercicio de disciplina que placentero o, incluso, me atrevería a decir, poco estimulante. Quizás sea usted una de esas personas que siempre encara con entusiasmo la lectura del periódico confiando en que encontrará grandes cambios en positivo. Estupendo si es así. Pero, aun de esa manera, puede que en algunos momentos sienta hartazgo, se le caigan de las manos los periódicos o con enfado apague los informativos. A mí a veces me pasa.

Digo todo esto porque en los últimos tiempos la política ha sufrido un gran deterioro ante la ciudadanía. Y, aunque explicable en parte por los numerosos casos de corrupción de algunas fuerzas políticas, ni siquiera eso es suficiente para dilucidar la razón del enorme desafecto que produce. El fracaso de los cuatro partidos estatales tras las elecciones del 20 de diciembre sin duda ha ayudado a que aumente esa percepción negativa. No fueron capaces de asentar su liderazgo y ahora, en precampaña, nos presentan de nuevo sus candidaturas disimulando sus responsabilidades en el lío del tú más y peor.

Lamentablemente llevamos muchos meses con la cantinela de las elecciones españolas, lo que ha distorsionado también la imagen de la política que se hace aquí en casa. Y por eso no sorprende que aspectos tan importantes para nuestro futuro inmediato (y lejano) como son las bases puestas por nuestros Gobiernos de Gasteiz e Iruñea para comenzar a superar la crisis económica o el clima de convivencia y compromiso de los partidos vascos con la paz -por poner dos ejemplos- pasen casi inadvertidos. En esto mucho tienen que ver las sesgadas informaciones de los medios españoles, muy interesados en eliminar las referencias al autogobierno vasco de demostrados buenos resultados.

Coincido con Daniel Innerarity, flamante candidato de Geroa Bai al Congreso en las próximas elecciones generales, en que la crítica a los y las políticas demuestra la madurez de una sociedad. Sin embargo, no debe confundirse ese derecho con los tan de moda populismos que se arrogan la única representación de la ciudadanía a la vez que debilitan el sistema democrático con discursos y engañuflas varias. Sacralizar la propia opción política echando la culpa de todo al resto es no entender nada de lo que significa el ejercicio político democrático y, además, entraña unos riesgos de consecuencias imprevisibles para toda la sociedad.

En el previsible totum revolutum de la campaña para las elecciones del próximo 26 de junio los intereses vascos pueden correr el riesgo de quedar engullidos en unos debates absolutamente centralizados que nada tengan que ver con nuestra realidad ni con nuestras necesidades. No obstante, es necesario saber discernir y votar en consecuencia; en primer lugar para tener la máxima voz en Madrid y segundo porque esa omnipresencia española puede confundir a la gente. Ya estamos viendo cómo se está utilizando la precampaña para atacar al Gobierno y al resto de las instituciones vascas queriendo aprovechar el tirón y pensando ya en las elecciones de octubre al Parlamento Vasco. Por lo pronto, el día 10 comienza otra campaña.