seguimos bajo los efectos del tsunami mediático del guión morboso de las mentiras, la extorsión y los paraísos fiscales. Todas las miradas van hacia el retrovisor para conocer el nombre y milagros de esos personajes que mueven su dinero a través de sociedades offshore mientras que el origen de semejantes escándalos permanece intocable en la nebulosa hipócrita de un entramado financiero mundial creado para gloria y beneficio de unos pocos. Así ha sido a lo largo de la historia, mientras que los problemas y dramas derivados de la economía real siguen incidiendo en la sociedad sin que los responsables de solucionarlos muevan un dedo y, cuando lo hacen, crean una mayor confusión.
Toda esta inflación de noticias y detalles del pasado muestran un comportamiento denunciable e impúdico generalizado, aunque los cazados son una minoría, como es bien sabido, en el total de personas y empresas que se han registrado en los llamados paraísos fiscales. Esto se sabe y no es cuestión de aburrirles con cifras, pero les dejo dos orientativas: Según la OCDE, las entidades bancarias establecidas en paraísos fiscales son depositarias de unos 20 billones de euros (un 25% del PIB mundial) y el sindicato de los técnicos de Hacienda (Gestha) estimaba en 175.000 millones de euros la cantidad que los españoles tenían en paraísos fiscales en 2013.
Así pues, lo importante no reside en saber quiénes son y cuánto dinero ocultan, sino en la actitud pasiva, cuando no complaciente, de los gobiernos y organismos intergubernamentales ante esta situación. Para que se hagan una idea de la realidad, se pone el foco informativo en países como Panamá, Islas Caimán, Bahamas, etc. Países que actúan como intermediadores de un movimiento de capital que tiene su origen y motor en otros de reconocida cultura democrática, como Gran Bretaña. Y no. No estamos haciendo referencia a paraísos fiscales como Jersey o la isla de Man, sino al mayor centro financiero del mundo: la City de Londres. La auténtica y genuina milla cuadrada de oro, donde el sector financiero se atrinchera frente a la ley y, aprovechando el autogobierno de la City, se dota a sí mismo de reglas propias, desde la opacidad y la impunidad fiscal más absolutas.
PASIVIDAD EUROPEA Cabe recordar que Gran Bretaña forma parte de la UE y, por tanto, sujeta a la normativa europea. Sin embargo, ahí está la City como placenta nutritiva de los llamados paraísos fiscales, mientras las instituciones de la UE miran hacia otro lado, como no podía ser de otra forma si tenemos en cuenta que al frente de la Comisión está un luxemburgués que negoció con cientos de multinacionales la posibilidad de instalarse en Luxemburgo (país fundador de la UE) a cambio de ver rebajados sustancialmente los impuestos a pagar.
En esta dinámica hipócrita no debe extrañarnos la última doble ocurrencia del Parlamento Europeo. Siendo como es la única institución europea democrática, tiene también la responsabilidad de velar por el bienestar de los ciudadanos de la Unión que se sienten desprotegidos ante el masivo fraude fiscal de los paraísos, aunque sea legal. Pues bien, he aquí que esta semana acaba de anunciar la creación de una comisión de investigación sobre los papeles de Panamá. Se podría decir que el Parlamento ha movido ficha. Pero ¿realmente es así?
Pues verán, en principio habrá que esperar unas semanas antes de conocer el cometido de esa comisión que, por otra parte, trabajará dentro de la mayor opacidad. Claro que el mismo día (jueves 14) en que se aprobó dicha comisión, el Parlamento dio el visto bueno a la Ley de Protección de Secretos Comerciales. ¿Una ley más? Pues no. En realidad pone freno, mejor dicho, criminaliza filtraciones como los papeles de Panamá o la lista Falciani.
En resumen, el Parlamento Europeo se ha dado más prisa en aprobar una ley para defender los secretos empresariales que en investigar el fraude de los paraísos fiscales y, cuando empiece a investigar, seguro que no solucionará el origen de semejantes prácticas inmorales. En tanto, las leyes seguirán favoreciendo al defraudador, como es el caso de la citada ley.
Dejen ya de mirar por el retrovisor y comiencen a pensar en el futuro.