CUANDO fue sustituido por Elustondo hacia el minuto 67 Iker Muniain miró al cielo y soltó un grito. Fue un gesto de rabia. Un instante antes había fallado un gol, y mediada la primera parte una frivolidad suya junto al área rojiblanca (un pase de tacón) estuvo a punto de convertirse en el primer gol de la tarde que bien pudo trastocar el sino de la historia. Pero Rubén Castro, a la postre autor del único tanto bético cuando el partido estaba sentenciado y languidecía, mandó la pelota al graderío. Muniain cumplía su partido 200 con el Athletic en Liga, una barbaridad si tenemos en cuenta que tan solo tiene 23 años y prácticamente ha estado un año en paro a causa de una grave lesión de rodilla. El mozo navarro fue despedido entre aplausos por una afición satisfecha, proclive a la indulgencia plena, tan sosegada que desde luego estaba dispuesta a perdonar al único jugador que tuvo, digamos, una actuación discreta, a la espera de redescubrir la mejor versión de un futbolista de indudable clase.
La estampa de Muniain clamando al cielo me sobrecogió por su capacidad de distorsión. Estuvo fuera de lugar, pero también delataba una confesión desabrida. También hubo sitio para la frustración en un día de vino y rosas.
Por un lado, los numerosos cambios que realizó Ernesto Valverde no disminuyeron el vigor y el ímpetu con el que el Athletic arrostró el partido frente al Betis, ni tampoco se resquebrajó lo más mínimo la sensación de poderío sobre el rival. Eso quiere decir que la segunda unidad (un término que se ha puesto de moda para denominar a los suplentes) ha adquirido un nivel de seguridad y autoestima encomiables. Si no hace tanto temblábamos ante la eventualidad de una lesión de Aduriz, y máxime ahora que Iñaki Williams convalece, Sabin Merino estalla como un consumado depredador, lo cual reconforta sobremanera. Resulta que el Athletic, con 47 tantos a favor, es el cuarto máximo goleador del campeonato, tras los tres grandes que comandan la liga. Quién lo iba a decir hace un par de años, cuando la fuga de Fernando Llorente atrajo los peores presagios. Mikel Rico recobró ayer su mejor aspecto. Se puede añadir que con Lekue la banda izquierda tiene un sustituto de garantías al incombustible Balenziaga, así que podemos dar por cerrado el desesperado interés de fichar a Natxo Monreal al precio que sea, supongo.
El Athletic, en suma, encadena su quinta victoria consecutiva y además dando descanso a su columna vertebral del brutal esfuerzo realizado el pasado jueves ante el Valencia, y oxigenarse para afrontar el partido de vuelta con las fuerzas recobradas. Vimos al contrincante caer humillado en su derbi contra el Levante, el último clasificado, lo cual realza las esperanzas por alcanzar los cuartos de final de la Europa League. Cuando en la jornada 23 el Athletic empató con el Villarreal en San Mamés (0-0), la cuarta plaza que regentan los castellonenses se escapó hasta los 10 puntos de distancia. Ahora está a seis, tras la derrota que ayer sufrieron en Sevilla. Teniendo en cuenta que la próxima jornada el Barça se enfrenta al Villarreal, el Sevilla juega en el Santiago Bernabéu y el Athletic rinde visita al Espanyol en Cornellà-El Prat es muy posible, y desde luego nada descabellado, que la cuarta plaza, es decir, la clasificación para la Liga de Campeones, esté a tan solo tres puntos. A tiro de piedra para un equipo que tiene una traza estupenda cuando la Liga comienza a disputar sus diez últimos partidos. La hora de la verdad.
Me parece tan sensato y contrastado lo expuesto en estas líneas que me vuelve a la mente el rostro de Iker Muniain, mirando al cielo y dejando escapar un grito cargado de decepción. No puede ser. Pintan tan bien las cosas...