la interpretación de cualquier pronóstico en materia socioeconómica está sujeta a la fría objetividad de los números, así como a la valoración del contexto actual que los facilita, pero no así las circunstancias imprevistas que pueden aflorar en un momento determinado. En este sentido, el informe sobre creación de empleo en el País Vasco, elaborado por Laboral Kutxa para la década 2015-2024, deja sensaciones contradictorias. Ofrece razones cuantitativas tanto para el optimismo como para la intranquilidad, al tiempo que los argumentos cualitativos proyectan un escenario en el que se hace inexcusable un compromiso para hacer de la necesidad virtud.
Tras mostrar la crisis su lado más hostil, descarnado y deshumanizado, el citado informe estima una generación de 302.084 puestos de trabajo hasta 2024. Un panorama esperanzador si no fuera porque un 88% (266.000) será en sustitución de otras tantas jubilaciones, lo que deja sólo 35.682 nuevos empleos como creación neta en 10 años. Cifra a todas luces insuficiente frente a la fuerte destrucción de empleo (106.800) y al desmantelamiento empresarial sufridos en el septenio maldito (2008-2014).
Con este escenario, la tasa de paro rondaría el 10%, un porcentaje muy elevado que posiblemente incidirá en el sector industrial que, según el informe, es “vulnerable” tras la reducción de 65.000 puestos de trabajo desde 2008. Todo un lastre social al que se suma la implementación de importantes partidas presupuestarias para cubrir las necesidades más básicas de las miles de familias sin ingresos. Sin olvidar que las previsiones de empleo para sustituir las jubilaciones presuponen una menor aportación a la Seguridad Social porque la masa salarial también será inferior a la actual, lo cual es un hándicap para el sostenimiento de las pensiones.
No obstante, el estudio de Laboral Kutxa, que identifica los sectores estratégicos y emergentes, prevé que “las principales esferas de oportunidad de generación de empleo” se produzcan en la denominada “nueva industria”, vinculada a la economía del conocimiento y a la sostenibilidad. He aquí el punto de inflexión que abre una puerta a la esperanza, siempre y cuando se sepan leer, sin apasionamiento, las valoraciones cualitativas en las que se estima “un problema estructural de sobrecualificación”. En esta línea, el informe advierte de la necesidad de personas con cualificación intermedia.
Dicho todo lo que antecede, también conviene delimitar el alcance que tiene cualquier previsión que se haga, hoy en día, en esta materia, dada la imperante globalización y la inestabilidad existente en los capítulos político, social o económico, consecuencia de la grave crisis sufrida. Y, como quiera que las cifras expuestas corresponden a conjeturas sobre la base del actual escenario, resulta evidente que cualquier cambio inadvertido previamente supone una variable de impredecibles derivaciones, aunque hay factores positivos que siempre están en el frontispicio de todo desarrollo social y económico, como son la formación, el conocimiento o la investigación tecnológica.
Por tanto, es un escenario precario sujeto a un mercado internacional tan especulativo con el valor añadido, que se desprende de esos factores positivos, como inmisericorde con la autocomplacencia, el partidismo o la falta de un plan económico global suscrito por todos los responsables (políticos, empresariales y sindicales). La incertidumbre y los riesgos de la globalización sólo pueden ser combatidos haciendo que la necesidad de crear empleo se convierta en la virtud del conocimiento, la investigación y la formación profesional como seña de identidad para mejorar en las tasas de actividad y ocupación, que hagan bueno el prudente optimismo en el que se pronunciaba el consejero vasco de Empleo, Ángel Toña, en la presentación del citado informe.
Como decía el poeta griego Esquilo de Eleusis, “la fuerza de la necesidad es irresistible”.