Pactos raros
andan los partidos a vueltas -confío en que no revueltos- con esto de formar gobierno en Madrid. Está muy bien que hablen y pretendan lograr nuestra tranquilidad luciendo sonrisas Profidén. La pregunta es qué quieren y, sobre todo, para qué.
En este lío generado tras las elecciones del 20-D se oyen muchas cosas sobre pactos y gobiernos alternativos al de Rajoy. Reunirse con el aspirante del PSOE para conocer de primera mano qué pretende demuestra inteligencia política y es de buena educación. Pero, aunque las buenas intenciones del señor Sánchez no hay que cuestionarlas en principio, el hecho de no hablar claro o no tratar con toda la representación legítima de los pueblos vasco y catalán manifiesta debilidad y un planteamiento excluyente y poco respetuoso con la ciudadanía que eligió a Bildu o a ERC, entre otros.
El Estatuto de Autonomía de 1979 todavía no lo han cumplido -del Amejoramiento de Nafarroa mejor ni hablamos-. Podría ser que los seis escaños del PNV fueran de relevancia para obligar a que se cumpla lo que es de ley y a que España renuncie definitivamente a la recentralización que sufrimos desde hace años. ¡Ojalá!
En política es esencial acceder al poder para implementar las acciones prometidas a la ciudadanía y, a veces, se da la paradoja de que con unos pocos escaños se pueden llegar a conseguir los acuerdos necesarios para ello. Por otra parte, también es necesario recordar que la representación de los territorios de Hegoalde en Madrid es de 23 escaños sobre 350 (el 6,57%). Aquí podríamos desviarnos a otro debate, sin duda muy interesante, sobre la posición de debilidad numérica en la que nos encontramos frente a las fuerzas españolas de aquí y de allá unidas por los mismos intereses y objetivos. Lo dejamos para otro día.
Es fundamental no despreciar lo que tenemos pero la cuestión a estas alturas no es solamente discutir una competencia más o menos sino plantarse y exigir el reconocimiento de la nación vasca para decidir qué país queremos entregar a nuestras hijas e hijos. Oyendo a la líder vasca del PSOE, la señora Mendia, queda poco espacio para la confianza pues insiste en que no van a negociar ni aceptar el derecho a definir nuestro futuro ni la necesaria bilateralidad que reclama el lehendakari Urkullu.
Ya veremos qué pasa, pero me resulta difícil imaginar acuerdos con esos o con quienes quieren cargarse el convenio económico -y por ende, nuestros derechos históricos- o con quienes modelan sus opiniones según la necesidad del momento -mucho más preocupante que pasar con gran facilidad del vaquero pretendidamente progre al esmoquin-.
En la casa de Sánchez están afilando los sables. Si todo este montaje es una huida hacia delante para conseguir el control interno de su partido -que parece no tener- se trata de una pérdida de tiempo y un debilitamiento frívolo de alternativas futuras a la derecha española. Mientras, a negociar que son dos días.