Hemos salido del dentista y ahora que pase el siguiente”, dijo el inefable Joaquín Caparrós cuando entrenaba al Levante, equipo que inició la Liga 2013-14 en el Camp Nou cargadito de ilusiones y salió de allí descolmillado (7-0). Pero una cosa es ir al dentista como dios manda, o sea, con el buen hombre susurrando cuatro palabras amables para espantar el miedo mientras inyecta la anestesia y otra cosa es que proceda con un súbito ¡¡¡rrrrias!!!, y te meta las tenazas en la boca rasgando las amígdalas y la moral; y luego arranque la muela del juicio a palo seco, sin anestesia ni paliativo alguno el muy cabrón. Pues eso mismo le ocurrió anoche al Athletic en el coliseo azulgrana, a cuya cita acudió pensando que a lo mejor no había ni un pedacito de caries y ¡¡¡rrrriaaaaaassss!!!, joder como duele. Para mí que fue una falta como una catedral el modo empleado por Luis Suárez para quitarse de en medio a Etxeita y después toparse con la salida desesperada de Iraizoz, desencadenando la jugada que arruinó por completo el partido. Penalti, expulsión del guardameta rojiblanco y el 1-0 en el marcador a los siete minutos. Para más inri, y antes de esa perversa acción, el Athletic tuvo la oportunidad de adelantarse en el marcador, pero Eraso no forma parte del parnaso futbolístico, que viste de azulgrana y se reúne regularmente en el Camp Nou para escanciar sus mejores versos.

Estábamos todos avisados del ciclón que se avecinaba, aunque al albur de la Supercopa también teníamos licencia para soñar; para otro requiebro caprichoso del fútbol. El Athletic se equivocó de puerta: en vez del dentista entró en la casa del FC Sacamantecas, horrible criatura. No necesita el Barça ayuda del colegiado para liquidar con arte a su rival, y si encima aparece abrupto el factor arbitral, apaga y vámonos.

Desde entonces la cuestión era cuántos chicharros entrarían en el capazo rojiblanco. Al sexto imaginé lo peor: ¿Acaso acabará el asunto en desdoro descomunal? ¿Se batirá el récord de goles en contra del equipo bilbaino (7-0), en poder del Barça desde el 3 de febrero de 2001?

De lo malo, la hinchada se sacudió de inmediato cualquier atisbo de ilusión y comenzó a ver el encuentro con ojos de carnero degollado. Alea iacta est.

Especialmente radiante estuvo Neymar, y para mí que el chico nos la tenía jurada desde aquella lambreta que le hizo a Bustinza en la última final de Copa y que tan mal encajaron los chicos, pues entendieron una rechifla lo que en realidad era... desconsideración supina hacia el vencido, qué diantres.

Y ahí es donde quería llegar, pues al Athletic, casualmente, le ha tocado disputar los cuartos de final de la Copa frente al mejor equipo del mundo. Escucho voces que sugieren un contubernio, y yo también me apunto a la teoría de la conspiración para que otro Athletic-Barça no se pueda repetir en la final. De esta forma, el monstruo de dos cabezas se quedará en una, es decir, que los pitos al rey, el himno y toda esa parafernalia ajena al partido tendría sólo una boca para proferir y menos decibelios atronando en el estadio. Y si el otro finalista es, supongamos, el Atlético de Madrid, los clamores de una parte contrarrestarán a los de la otra, montando un pifostio considerable, pero no unánimemente en contra del himno español y el gerifalte borbón.

Sin embargo, la taimada teoría conspirativa también entraña su lado positivo. El equipo se ahorrará el esfuerzo de disputar las semifinales y la hinchada un montón de dinero, y otra penosa peregrinación rumbo a la sede de la final asida a una tenue llama de esperanza para regresar de nuevo apaleada a goles, para más gloria de Messi, Neymar, Luis Suárez, Iniesta y compañía.