VA dejando algunos indicios a los que atenerse el secretario general del PSOE. A Pedro Sánchez se le venía reprochando que no acaba de ser chicha ni limoná; que abría con alegría el melón constitucional con su propuesta de la España federal -asimétrica- sin aclarar el concepto, su alcance ni sus consecuencias. Que incluso abogó por un acuerdo de financiación con el que apaciguar a los catalanes sin reparar en el impacto en el equilibrio fiscal del Estado. Le zumbaban bien desde la derecha, vamos.

Pero ha sido pasar las elecciones catalanas y poner su mirada en el la próxima cita electoral de diciembre, con La Moncloa al fondo, para que se le afilen en el discurso mensajes atenuados antes del 27-S; lo que dice mucho de su versatilidad y muy poco de la consistencia de su proyecto.

Concretamente, su pretérita propuesta de nueva financiación a Catalunya ya no es una prioridad y eso la acerca a la categoría de señuelo. Es cierto que nunca abogó en persona por un “pacto fiscal”, pero sí por el eufemístico acuerdo de financiación específico para su problema evidente de equilibrio fiscal. Lo que no es lo mismo, pero es suficientemente ambiguo para que lo parezca. Igualmente, de la ‘reforma Constitucional que acoja la singularidad catalana’ pasamos a que no se reconozca a Catalunya como nación en su propuesta de reforma constitucional y no haya “trato de favor”. De modo que hemos pasado de entrar en la cafetería pisando fuerte a pedir en voz alta una versión del café para todos descafeinado y con leche desnatada. Sánchez echa demasiada achicoria a la mezcla para sonar a solución para Euskadi o Catalunya. Ha pasado de abrir brazos a su identidad, cuando no le habían castigado en las urnas, a advertir que las identidades deben ser “reconocidas y gobernadas” en busca de un votante distinto, en el terreno que ha ganado Ciudadanos. Ha asumido que al PSC ya solo le queda el votante del PSOE. Y así no le da.

Así que apunta al Cupo vasco, porque, en España, si uno se quiere graduar de aspirante a algo tiene que tocar el cupo vasco. Su propuesta de revisión -la misma que, cuando no queda más remedio, admite el PSE- no mira al votante vasco porque a La Moncloa no le llevarán vascos y catalanes. ¿Le llevarán quizá los andaluces, cuyo gobierno socialista propone que la financiación autonómica se mida por un criterio de población? ¿Está Sánchez dispuesto a aplicar ese criterio al Cupo? La aportación vasca al Estado se reduciría en una cuarta parte y la reforma del socialista va en sentido contrario.

Así que el guiño de Sánchez a catalanes y vascos es llevar a la catalana Meritxell Batet y al vasco Eduardo Madina como números 2 y 7, respectivamente, de su lista al Congreso... por Madrid. Y se juega lo suyo porque, como cantaba Celia Cruz, no hay cama pa’ tanta gente en esa lista. Del 9 en adelante, hay ilustres en el alero. No es el caso de Zaida Cantera. Sin bagaje ni propuesta política pero imagen mediática tras su, al parecer, justa denuncia del acoso sexual sufrido en el Ejército español, va por delante de Madina. A Sánchez se le van viendo las prioridades.