MÁS allá de la liturgia propia del acto, el Pleno de Política General que hoy abre el curso parlamentario en la Cámara de Gasteiz debería servir para aclarar qué va a ser de nosotros en los próximos meses. No vamos a pretender que los partidos no miren, de hito en hito, al calendario electoral; al que empieza este domingo en Catalunya, continúa en diciembre en el Estado y concluye un año más tarde con las autonómicas. Pero sí parece necesario aclarar si nuestros políticos van a ser capaces de centrar la mirada en hacer política o ese ojo pendiente de las urnas va a permanecer estrábico durante todo el tiempo que le queda a la legislatura vasca.
A expensas de la concreción que hoy lleve el lehendakari al Parlamento, lo avanzado sobre su discurso contiene los ejes de su acción de gobierno, que son a su vez los de la propuesta política por la que los vascos le pusieron en esa función. Recuperación económica, empleo, convivencia y autogobierno. Todas estas áreas han tenido, con mayor o menor fortuna, iniciativas del gabinete Urkullu en lo que va de legislatura. Iniciativas que definen un diseño completo de prioridades que responden a lo que las encuestas recurrentes -y al fin y al cabo la más fiel de todas, que son las elecciones- indican como intereses de la sociedad vasca. Esos intereses se articulan en políticas económicas, sociales, educativas o sanitarias, pero también en propuestas de desarrollo como país tanto internamente como en su relación con su entorno más cercano, que conforman el Estado y Europa.
La sesión de control de un gobierno en minoría es, por definición, correosa. Asistiremos al contraste de los números y argumentos entre aquellos que dibujan un ejercicio eficiente de la acción de gobierno y sus resultados en el bienestar de la sociedad y los que permitan atacar desde la oposición los flancos abiertos de esa acción. Nada nuevo. Una pugna que suele gustar a muchos pero satisfacer a nadie porque raras veces salen fórmulas que clarifiquen el futuro.
Por el camino de ese debate cabe el riesgo de que se queden los fondos aplastados por las formas, que quienes defienden su iniciativa de gobierno sepan de la necesidad de acudir acorazados al debate y eso les impida la debida permebilidad a miradas externas; que el resto entienda la oposición como un ejercicio de acoso y derribo y olviden su obligación de definir, articular y presentar alternativas viables a lo que no les guste. Porque, de lo contrario, estarán retratando que lo que no les gusta es no ser el gobierno. Pero siguen sin un diseño convincente -no más convincente que el que les ha puesto en la oposición- de qué hacer una vez en él.
Está en juego la política. Preocupa la percepción general de que hay aspectos que no requieren de iniciativas en tanto el calendario electoral va cubriendo sus citas. No es cierto. De las visiones parciales de la realidad vasca que hoy se van a expresar debe salir una panorámica útil, no una sucesión de miradas miopes y confrontadas.