POR mucho que pontificara a su favor el sumo sacerdote Johan Cruyff y apoyara con fervor su discípulo predilecto, Pep Guardiola, Joan Laporta dejó el escenario electoral antes de conocer el alcance de su enorme derrota, y lo hizo echando en cara al socio del Barça su degradación moral y peor talante, pues con su voto también se había avalado a un turbio presidente, procesado por el caso Neymar; el desmantelamiento de La Masía o el patrocinio de Catar, a quien otro de los candidatos, Agustí Benedito, asocia directamente con la financiación del terrorismo yihadista, el Estado Islámico y, por alcance, al FC Barcelona (y habría que añadir cientos de eventos relacionados con todo tipo de deportes, incluido el controvertido Mundial de Fútbol 2022, al amparo de los petrodólares). Si estos comicios se hubieran desarrollado hace cinco meses, pocos dudan que Joan Laporta los habría ganado de calle por su buen talante, carisma, capacidad de liderazgo, los rotundos éxitos deportivos logrados durante su anterior presidencia, la erradicación de los nefandos Boixos Nois, la decidida (y entonces arriesgada) apuesta por Guardiola, y todo eso con la bendición de Cruyff.

Pero al parecer el socio culé es cruel, desagradecido y de frágil memoria; tanto que prefirió a un hombre de perfil bajo, poco estridente y escasamente locuaz; que había heredado el cargo de rebote, a causa de la huida de Sandro Rosell, acosado, como él, por los líos de Messi con el fisco y el presunto fraude en el fichaje de Neymar, aunque con fama de buen gestor y un dato definitivo y esclarecedor: el Barça acabó la temporada ganando la Liga, La Champions y la Copa con un fútbol deslumbrante. Así que, ante los ataques sin tregua de Laporta, el cachondo de Josep Maria Bartomeu esbozaba una sonrisa pilla, como de monaguillo que se acaba de beber el vino del cáliz, alargaba el brazo y mostrando extendidos los dedos pulgar, índice y corazón repetía a modo de mantra: “Triplete, tridente (por Messi, Neymar y Luis Suárez) y Espai Barça (el fabuloso proyecto sobre el futuro estadio)”, y a Laporta se le llevaban los demonios, pues él presumió como nadie del anterior triplete, y como nadie sabía que contra eso no puede ni el más avezado mercachifle.

En su desesperación, Laporta insinuó que, si triunfaba, el juventino Pogba acabaría en el Barça, maniobra que recuerda al golpe de efecto de Florentino Pérez, cuando arrebató en julio de 2000 la presidencia del Real Madrid a Lorenzo Sanz. Tan confiado estaba en su victoria después de haber ganado dos Copas de Europa, que Lorenzo adelantó las elecciones. Florentino prometió que si le elegían a él Luis Figo, entonces icono del Barça, vestiría de blanco, pagando aunque fuera de su bolsillo los 10.000 millones de pesetas de su cláusula de rescisión. Ante semejante gesto de chulería y el efecto morboso de la maniobra, los socios del Madrid le votaron en masa a ver qué pasaba. Y vaya que sí pasó.

Tanto en el triplete de Laporta como en el reciente de Bartomeu quedó retratado el Athletic, qué desgracia, perdiendo sendas finales de Copa (2009 y 2015) y la otra, en 2012. Aún duele la última tunda y resulta que el primer encuentro de la próxima Liga será precisamente contra el Barça. Y encima Luis Enrique ha vuelto de vacaciones la mar de locuaz : “El triplete pertenece al maravilloso pasado. Ahora interesa el presente; interesa el sextete”, dijo el pasado martes, y el sextete implica ganar al Athletic la Supercopa de España, a disputar los días 14 y 17 de agosto. O sea, que el Altísimo nos pille confesados, o como dijo el simpar Joaquín Caparrós cuando el Barça inauguró el anterior campeonato liguero metiéndole siete al Levante: “Hemos salido del dentista; que pase el siguiente”. De lo malo mejor ahora, al principio, que en la última jornada, ¿no?

Ahora bien, hay un atisbo de esperanza. Neymar no se incorpora a los entrenamientos del Barça hasta el 26 de julio, y Messi o Mascherano no lo harán hasta el 4 de agosto a causa de la disputa de la Copa América, luego no llegarán para la cita de la Supercopa ni probablemente para el primer partido liguero, el 22 de agosto. Esta es la nuestra. Con fe. Podemos. ¿Verdad que sí?