la constitución de los ayuntamientos surgidos de las elecciones del 24-M da inicio a una nueva legislatura municipal en los 251 municipios vascos (51 alaveses, 112 pertenecientes a Bizkaia y 88 guipuzcoanos). El debate en torno al alcance y extensión de los pactos ha presidido estas tres semanas poselectorales, y su primera piedra de toque ha venido de la mano de esta sesión constitutiva de las nuevas corporaciones locales, con la elección de alcaldes y alcaldesas. Lo ocurrido, no exento de sorpresas y de incertidumbres hasta el último momento, y con tensiones derivadas de la extrapolación de un pacto global a realidades municipales muy heterogéneas, marcará pauta en cuanto a su futura extensión a nivel foral (JJ.GG.) y autonómico (Parlamento y Gobierno vasco).

Nuestros alcaldes, alcaldesas y concejales representan la parte menos glamurosa de la política, y sin embargo la más apegada y cercana al ciudadano de a pie. Muestran la cercanía ante los problemas diarios, cotidianos y ofrecen la política como instrumento para solventarlos, y ponen en conexión política y gestión de los asuntos públicos; por todo ello la desafección ciudadana hacia esta política local o municipal ofrece menos decibelios de insatisfacción ciudadana y la valoración ciudadana se mide, por encima de identidades y partidos, en términos de capacidad de gestión.

Los integrantes de nuestros ayuntamientos merecen reconocimiento, nuestro apoyo y ánimo porque asumen salir del cómodo anonimato ciudadano para pasar a implicarse en el día a día de los problemas ciudadanos, perdiendo en muchos casos privacidad, quedando expuestos a la crítica pública y sin compensaciones que en muchas ocasiones puedan entenderse como razonables para el esfuerzo diario que realizan. Merecen un voto de confianza y de apoyo, porque no todo debe construirse desde la crítica y lo negativo.

La nueva andadura política local ofrecerá factores políticos novedosos de interés: particularmente en Gipuzkoa, será interesante comprobar el tono y nivel, así como las formas de hacer oposición por parte de Bildu allí donde ha perdido el poder; será también sugerente analizar la forma de solventar debates que llegarán, como el de la capitalidad cultural europea Donostia 2016 (iniciada por Odón Elorza, seguida por Bildu y ahora gestionada por el PNV), o el debate (menor, en términos de relevancia ciudadana, pero siempre encendido) acerca de la vuelta o no de la fiesta de los toros a la semana grande donostiarra (interesante reflexión de nuevo en el seno de Bildu, gobernando en Pamplona: desde Donostia cabría decir que el día en que en Pamplona se suspendan las corridas de toros y los encierros comenzaremos a poder hablar o debatir acerca de la suspensión en Donosti, por pura coherencia, porque no cabe criticar tal festejo en una ciudad y apoyarla en otra).

El Ayuntamiento de Gasteiz, y tras la tensión política vivida estas semanas, será escenario de un debate político supramunicipal permanentemente abierto en estos cuatro años y en Bilbao el alcalde Juan Mª Aburto y su equipo en el ayuntamiento se enfrentan al apasionante reto de culminar su transformación urbana aportando un relato cultural y ciudadano a la capital vizcaina, junto al objetivo de potenciar su oferta y su competitividad como gran urbe.

Y todo este renovado escenario municipal se desarrolla, de nuevo, en ausencia de una Ley Municipal de Euskadi. Es una norma legal más necesaria que nunca, tras la aprobación de la ley estatal por parte del gobierno Rajoy que alteró las bases de funcionamiento local y cuya extensión plena a los municipios vascos fue salvada tras una hábil negociación en Madrid, pero que requiere de un desarrollo normativo propio para Euskadi que consolide nuestra singularidad competencial. Al buen trabajo de Eudel se suma la motivación y profesionalidad de los nuevos integrantes de los ayuntamientos vascos, pero todo ello debe completarse ya con un campo de juego competencial bien definido. No cabe esperar más, necesitamos la Ley Municipal de Euskadi para que nuestra identidad local y foral quede nítidamente definida.