Irak: Sí, pero no
las luchas irano-iraquíes en territorio iraquí contra el Estado Islámico (EI) parecen un auténtico tartamudeo bélico : aquí avanzan hoy los unos y allá retroceden; mañana se invierten los papeles sin que la guerra se decante en favor de nadie. Y mientras tanto, la población padece -eso sí, en todas partes- los desmanes de la soldadesca de todos los bandos y los destrozos causados por todas las artillerías y la vesania radicalista.
El episodio reciente más llamativo de esos vaivenes guerreros entre EI y los ejércitos coligados del Irak e Irán ha sido la reconquista parcial de la ciudad de Tikrit, en el noroeste del Irak, por las tropas irano-iraquíes. Cuando los asaltos de estas últimas (apoyados por la aviación estadounidense) estaban a punto de echar de la ciudad a los mercenarios de EI el frente se estabilizó súbitamente, con los islamistas radicales fortificados en un amplio sector de Tikrit.
Las pocas explicaciones militares facilitadas por el estado mayor iraquí son medias verdades. Porque seguramente es cierto que el avance se ha detenido porque todas las vías estratégicas que cruzan el centro de Tikrit han sido minadas por el EI (con el consiguiente riesgo de enorme pérdidas si se sigue avanzando), pero los comunicados no explican cómo es que los ocupantes islamistas dispusieron del tiempo y la tranquilidad suficiente para llevar a cabo todo ese minado. Tampoco los mandos estadounidenses han explicado porque no han lanzado bombas de gran tonelaje sobre las zonas minadas para provocar el estallido de las mismas y abrir así el camino al avance de los chiítas.
Probablemente exista una sola explicación para los dos silencios, el estadounidense y el chiíta. Y es que mientras los recursos de EI son limitados -unos 30.000 hombres-, en Teherán, Bagdad y Washington se teme tanto o más los avances de los sunitas radicales que unas victorias contundentes con el consiguiente fortalecimiento de los ejércitos amigos.
La aproximación política de Washington y Teherán se hace con una desconfianza mutua infinita y avanza solamente en la medida en que un EI poderoso en el Oriente Medio les inquieta a los dos. Y para los dos, el Irak es un aliado indeseable : militarmente, inoperante; políticamente, impotente; y económico y administrativamente a un paso de la bancarrota.
En lo único en que coinciden en estos momentos los gobernantes de esos tres países es en el temor de que con los avatares de la guerra cualquiera de los contendientes se erija en la fuerza dominante del Oriente Medio. Por ello cicatean al máximo con las ayudas que prestan. En el caso de Estados Unidos, se suma además la experiencia de Libia y el Yemen, donde el derrocamiento de unos Gobiernos inaceptables han creado unos vacíos de poder infinitamente más peligrosos y difíciles de combatir que las constelaciones políticas eliminadas. Con lo que la conducta del Pentágono en Siria e Irak podría definirse como la versión militar del “ni contigo, ni sin ti”.