Kenia: El antiterrorismo, peor que el terrorismo
en el escenario del terrorismo africano, Kenia está caminando vertiginosamente hacia una situación de peor el remedio que la enfermedad. El país sufre los ataques de al Shabab somalí sin atreverse a luchar contra esa organización en Somalia y sin lograr tampoco desmantelar la red de colaboradores de al Shabab en Kenia.
Sería una situación clásica en la que un Estado padece las agresiones de un grupo terrorista que si bien genera cierta psicosis de miedo, en cambio no amenaza seriamente la estabilidad del país: 400 muertos y más de mil heridos en cuatro años. Muchas naciones de Asia y África han pasado por -o padecen- situaciones así e incluso de mayor envergadura terrorista que Kenia. Pero el Gobierno del presidente Uhuru Kenyatta le está dando al problema unas dimensiones que los islamistas somalíes por si solos no habrían logrado jamás. Al Shabab atenta en Kenia porque pretende que la Administración keniana, dominada por cristianos, persigue a los musulmanes de ese país.
Kenyatta aprovecha el peligro somalí para proceder ante todo contra los dos mayores peligros que amenazan su poder: la Prensa y muchas agrupaciones cívicas por un lado así como la violencia política nacional por el potro lado. Además, la violencia en Kenia tiene tradición: Las elecciones que le dieron la presidencia a Kenyatta en el 2008 se saldaron con más de mil muertos en un sinfín de violencias -desde enfrentamientos callejeros hasta atentados- cometidos durante la campaña electoral.
De ahí que presidente keniano aprovechase la ayuda política, militar y económica que recibe de los Estados Unidos para combatir a al Shabab y montase un dispositivo de represión indiscriminada contra todos los que le molestan en Kenia: censura previa a la prensa para escribir de terrorismo, retirada la licencia operativa a más de 500 ONG (la mayoría de las cuales son apolíticas, pero son usadas como tapadera para las reuniones de detractores de Kenyatta), y amplio poderes extrajudiciales a la policía en su lucha contra el terrorismo, poderes que -de creer a la oposición- han servido para matar a numerosos enemigos del régimen.
La situación llegó a ser tan peligrosa que este mismo mes de enero el Tribunal Supremo keniano anuló ocho de las leyes de urgencias decretadas por Kenyatta para combatir el terrorismo.