septiembre parece estar lejos, pero está ahí, al otro lado de un paréntesis vacacional para quienes tenemos la fortuna de poder disfrutarlo. Ese mes se asocia siempre a vuelta al cole, a la rutina formativa, al reinicio del ciclo anual sujeto a la inercia del nuevo curso que te lleva hasta el siguiente verano. Debemos despertar sin que esta noria vital que gira sin parar nos impida reflexionar sobre nuestro futuro y la crucial importancia del sistema educativo para poder atender a nuestros retos como sociedad.
Es el tiempo de la política, y en particular de la política europeocomunitaria. Europa debe apostar por sí misma. La autarquía supone una absurda e ineficaz receta para salir de la crisis o minimizar sus efectos. La complejidad y la magnitud de la crisis ha puesto de manifiesto estas carencias y ha realzado la importancia de la dimensión europea, que deriva en un factor clave al resultar más apropiada y eficaz que la suma atomizada de ámbitos estatales tradicionales. Y en este contexto la formación se ha convertido en motor clave de la renovada Estrategia Europea 2020, con el objetivo de promover la educación permanente para todos, para desarrollar y poner en marcha estrategias globales y coherentes de formación y de apoyo a la inversión en capital humano, la adaptación de los sistemas de educación y la formación en respuesta a nuevos requisitos de competencia.
Todo ello es fácil de expresar en palabras pero complejo de articular en la práctica: nada más y nada menos que alcanzar la eficiencia y la equidad en los procesos de educación y formación. El “triángulo del conocimiento” -educación, investigación e innovación- desempeña un papel capital en la promoción del crecimiento y del empleo. Los sistemas de educación y formación deben no solo proporcionar los cimientos de una mayor competitividad económica y la posibilidad de empleo individual, sino también asegurar una cohesión social más intensa, el desarrollo sostenible, la realización personal y la participación más activa de los ciudadanos en la sociedad.
Hacer que mejore la oferta de educación en todos los niveles, creer en ese objetivo, potenciarlo, fomentar la adquisición de competencias clave, aumentar el atractivo de la educación y la formación profesional, desarrollar la orientación permanente, ampliar el acceso a la educación posterior y superior y la excelencia de las mismas, ampliar el aprendizaje para adultos y mejorar la calidad de la formación de los profesores son los únicos instrumentos eficaces para garantizar que todos los ciudadanos estén mejor cualificados y sean más capaces de participar activamente en el desarrollo social y económico.
Las universidades, con su triple función como proveedores de educación al más alto nivel, investigación avanzada e innovación puntera se encuentran en el corazón del triángulo del conocimiento europeo. Pueden y deben llegar a ser los principales motores de la ambición europea de convertirse en la economía y la sociedad del conocimiento más avanzadas a nivel mundial. Nuestra universidad pública vasca, la UPV/EHU, está desarrollando ya asociaciones estructuradas con la comunidad empresarial a fin de adquirir cada vez más peso económico, y ser capaz así de responder mejor y más rápidamente a las demandas del mercado y de establecer asociaciones que aprovechen el conocimiento científico y tecnológico. Las empresas pueden ayudar a nuestra universidad a reformular sus planes de estudios y sus estructuras de gobernanza, así como contribuir a su financiación mediante mecenazgos no cautivos, sino basados en el recíproco beneficio, social y empresarial.
Es cierto que en la cooperación entre universidad y empresa están implicadas dos comunidades con una cultura, valores y misiones claramente diferentes. Hay ejemplos de una cooperación fructífera entre ambas comunidades en todo el territorio europeo y los programas de la UE han intentado crear asociaciones entre estos dos ámbitos, centrándose generalmente en asociaciones en ámbitos específicos como la investigación o la movilidad de los estudiantes. Sin embargo, el nivel de cooperación sigue siendo muy desigual en los diferentes países y las distintas universidades y disciplinas académicas. Además, la medida en que esta cooperación ha influido en las culturas de gestión u organización respectivas de ambos sectores es limitada.
El reto de avanzar en la consecución del objetivo clave para civilizar nuestro futuro pasa por adoptar medidas en estos ámbitos: planes de estudios -grados y posgrados- centrados en la empleabilidad, incentivar desde las aulas universitarias y de FP el espíritu empresarial, promover una transferencia efectiva de conocimientos, profesionales y personales -de la teoría a la práctica-, fomentar la movilidad a través de las fronteras y entre el mundo empresarial y las instituciones de enseñanza superior, lograr mayor apertura de las universidades en relación con el aprendizaje permanente, y para todo ello, trabajar todos unidos para mejorar la gobernanza de las universidades. Nos jugamos mucho, y nuestra sociedad y su futuro colectivo lo merece. Que nada frene nuestra laboriosidad para alcanzar ese objetivo.