La hormiga
EN la infancia las fábulas sobrevolaban sobre nuestra realidad, encapotándola con las frescas nubes de la magia para aliviarnos de ese sofocón que nos asfixiaba a medida que íbamos haciéndonos mayores. A esa edad no se sabía bien para qué nos contaban esas historias en las que los animales hablaban, donde siempre había un perdedor, una trampa o un timo de la estampita. ¿Para qué?, nos preguntábamos entonces. Y, de repente, ¡zas!, hoy nos aparece la respuesta a una de ellas.
¿Se acuerdan, verdad? La cigarra y la hormiga. Es una de las fábulas atribuidas a Esopo y recreada por Jean de La Fontaine y Félix María Samaniego, cada cual en su clima. El invierno sería largo y frío. Nadie sabía mejor que la hormiga lo mucho que se había afanado durante todo el verano, acarreando arena y trozos de ramitas de aquí y de allá. Había excavado un hogar abastecido y confortable mientras la cigarra, que había cantado bajo los rayos de sol, languidecía aterida de frío y pedía ayuda. ¿Qué hiciste durante el verano?, preguntaba la codiciosa hormiga. ¿Cantar? ¡Baila ahora!, le dijo.
Hay que esperar que la gente de Tecnalia no nos pida más adelante, cuando regrese el frío que demos unos pasos de tango, foxtrot o de aurresku, porque el comienzo de su nuevo adelanto tecnológico coincide con el de la fábula: recoger la energía generada por el sol de verano para disfrutar de ella en invierno. Servirá para crear una calefacción ecológica y más rentable que las usuales de hoy en día. Le han dado un nombre rocambolesco: Integración Efectiva de Sistemas de Almacenamiento Térmico Estacional en Edificios Existentes (en inglés suena mejor, tratándose de energía e inteligencia: Einstein), pero su uso es más sencillo, ya digo: convertirse en ahorradoras hormigas. Ahora empezamos a comprender qué ganancia tenía aquello de arruinarse el alegre verano entre acarreos y sudores.
El viejo tío Albert que da nombre al invento hablaba de la energía con autoridad de sabio. Él conocía los secretos de la energía. Y por eso nos dijo que el amor por la fuerza nada vale y la fuerza sin amor es energía gastada en vano. A su pensamiento nos aferramos para recordarle a Tecnalia cuánto le queremos, qué amor le profesamos. Todo sea dicho, no sea que nos venga un invierno frío, frío, frío...