Hablar de innovación, y más aún de innovación social, provoca todavía hoy mucho escepticismo, cuando no rechazo, en amplios sectores de la ciudadanía, que ven en esta orientación un mero cúmulo posmoderno de neologismos acuñados por consultorías y tecnócratas. Hay que superar esta barrera de incomprensión para demostrar que estamos ante el concepto clave para poder civilizar colectivamente el futuro de nuestra sociedad y superar la crisis. Daniel Innerarity, director del Instituto Globernance, planteaba con acierto una serie de interrogantes claves para comprender el alcance y repercusión de la innovación social: ¿Qué clima tiene que haber en una sociedad para que sea creativa? ¿Cómo se caracteriza esa cultura general de la creatividad que necesitan las sociedades para ser innovadoras? ¿Cuáles son los valores que necesitan un reconocimiento social? No estamos hablando únicamente de una sociedad en la que puedan aparecen genios innovadores (aunque también), sino una en la que sea valorada positivamente e incluso impulsada la innovación como un valor reconocido e incluso una aspiración socialmente compartida y deseada para todos.
Un contexto social proclive a la innovación requiere la vuelta al reconocimiento de valores que hoy parecen denostados cuando no perdidos: el valor del esfuerzo, la creatividad, el emprendizaje, la curiosidad, la asunción de riesgos; promover entre todos, gobernantes, educadores, familias...una cultura del ensayo y del error. No podemos contentarnos con una sociedad subvencionada, instalada cómodamente en las rutinas o en lo sabido. Uno de nuestros principales desafíos consiste en generar una cultura inquieta y despierta, algo que en general nos ha caracterizado siempre a los vascos (la lectura del sugerente libro El espíritu emprendedor de los vascos, de A. de Otazu y J.R. Díaz de Durana revela claramente esta dimensión histórica), y que actualmente se sitúa como una exigencia para todas las sociedades avanzadas. Los cambios acelerados de nuestro entorno nos obligan a innovar, especialmente teniendo en cuenta que no somos un país de recursos materiales, sino de imaginación y creatividad. La llamada sociedad del conocimiento o del aprendizaje es un tipo de sociedad que no compite tanto por recursos materiales como por las destrezas que tienen que ver con el saber en un sentido muy amplio. La innovación exige una cultura del riesgo, la responsabilidad y el aprendizaje. Esta es la clave del dinamismo social y del protagonismo que pueden ejercer las sociedades. Y esa innovación ha de proyectarse tanto a la organización empresarial, como al modelo de convivencia que hemos de diseñar; tanto a las formas de expresión en el mundo de la cultura, como a las políticas públicas. No hay sector de la vida social que esté sustraído de este llamamiento a inventar pero, si hubiera que traducir esto en algún campo particular, podría asegurarse que el primer indicativo de hasta qué punto una sociedad cree en la innovación es la inversión que se realiza en materia de educación e investigación.
El verdadero crecimiento económico no depende de los recursos naturales ni se asegura con los modelos de desarrollo que lo confían todo al mercado inmobiliario. Buena parte de la economía de nuestro entorno se ha sostenido gracias a esa mezcla explosiva de ladrillo y especulación, que supone un crecimiento coyuntural y deriva con frecuencia en la corrupción. La salida de la crisis, más allá de medidas coyunturales, dependerá de lo capaces que seamos de formar personas con alto nivel de cualificación. La verdadera riqueza de las sociedades reside en su saber. La apelación a la sociedad del conocimiento y la innovación deberían convertirse en un horizonte perseguido con tenacidad, desde las instituciones y con la colaboración de quienes tienen alguna responsabilidad en ello, tejiendo así una gran red que ponga en la misma dirección a las instituciones políticas, económicas y educativas, los sectores público y privado. El dinamismo de la creación de riqueza surge de la innovación de conocimientos. La mejor inversión es ahora la educación, el aprendizaje y la investigación.