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Expansionismo magyar: 'Karpatalja'

karpatalja es el nombre húngaro del extremo occidental de Ucrania, una región fronteriza con Polonia, Hungría, Eslovaquia y Rumania, en la que viven unos cientos de miles de ucranianos de etnia y habla magyar que los ultranacionalista húngaros -el partido Jobbik, en primer lugar- quieren recuperar ahora, junto con las tierra que habitan, aduciendo que si Crimea pasó a ser rusa porque la mayoría de la población era rusa, que con Karpatalja sucede lo mismo.

Evidentemente, no sucede lo mismo aunque el presente proceso de descomposición ucraniano deja abiertas todas las posibilidades. Pero el fenómeno es alarmante como presión disgregante del mundo actual; y muy alarmante para los vecinos de Hungría que ven cómo esta pequeña nación alienta una pasión nacionalista lindante con el conflicto de Ucrania abierto.

En su patriotismo pseudoracista, los húngaros han llegado a ofrecer pasaportes a todos los ciudadanos de etnia o idioma magyar que vivan allende sus fronteras. Para los radicales de Jobbik esto es poco y, a la luz de la reanexión rusa de Crimea, reclaman que esos centenares de miles de húngaro parlantes de Ucrania se reincorporen a la madre patria con las tierras que habitan. Dichas tierras representan una franja de unos 20 km de ancho a lo largo de la frontera ucraniano-magyar.

Gramática en mano, la reclamación podría tener sus argumentos; históricamente, ya no tanto. Y es que, tras la Primera Guerra Mundial, el territorio que los magyares llaman Karpatalja fue otorgado por el Tratado de Trianon a Chescolovaquia en 1920, a pesar de decir que era tierra de los rus. Aquí rus se usaba en el sentido lingüístico: dialecto eslavo del subgrupo del ruteno.

Y fue tierra checa a la brava hasta 1939. Entonces el III Reich, en su expansionismo, obligó a Praga concederle estatuto autonómico primero e independencia, después. Hungría lo ocupó durante la Segunda Guerra Mundial y al final de la misma, el territorio fue independiente un año escaso. En junio del 1946 quedó anexionado a la Unión Soviética.

No son hechos que potencien precisamente las reivindicaciones de Jobbik, pero la ideología de este grupo radical nacionalista tampoco busca razones para sus propuestas. Su razón de ser es un populismo irracional y primitivo que va desde el racismo intolerante frente a los gitanos patrios hasta los símiles insostenibles. Si no, no habrían dado el ejemplo de Crimea: los húngaros que viven allende de sus fronteras son como máximo 3 millones de personas y los rusos en esas circunstancias, por lo menos 25 millones.