Sobre el eterno llanto de Fernando Llorente
Fernando Llorente ha vuelto a hablar en la prensa italiana de sus cuitas con el Athletic, quejándose del maltrato de la afición, que acabó odiándole, dijo, y de Josu Urrutia, que en vez de "ayudarle" a dejar el club tan ricamente le puso obstáculos, propalando por el mundo una imagen canalla de la entidad bilbaina. Tal y como enfoca la historia el chicarrón riojano, en el verano de 2012, un año antes de concluir su contrato y en pleno trasiego sobre su renovación, el Athletic debió facilitarle la salida en premio a los servicios prestados, como si hubiera trabajado por amor al arte, pues se trataba de medrar profesionalmente, en la Juventus nada menos, y va Urrutia y le exige que pague la cláusula de rescisión, que para eso se ponen, además de ofrecerle por la renovación una cifra (cerca de 5 millones de euros netos anuales) que el propio Llorente calificó de "irrechazable", pero que sin embargo rechazó el muy taimado. Cada vez que le mentan el asunto, Llorente se pone plañidero, y siempre cuenta lo mal que lo pasó soportando la inquina de una afición despechada, pero nada dice sobre la santa jeta que tuvo de tirarse un año tocándose los huevos, sin pudor alguno, sembrando de cizaña el vestuario, como tampoco tuvo reparos para mentir sistemáticamente sobre su renovación: proclamaba por activa y por pasiva que su deseo era firmar por el club rojiblanco, y en cambio ya tenía decidido que su menda luciría palmito en la pasarela italiana.
Es eso lo que se le reprocha, y no otra cosa. La falta absoluta de ética del personaje, mofándose de una afición que le idolatraba y a la que traicionó; la falsedad del tipo, que no tuvo redaños, ni valentía, ni honestidad, ni orgullo para admitir su determinación por cambiar de aires, y así contarlo, clara y públicamente. Eso requiere una respuesta inmediata, así nos repitamos como el ajo, pues el hombre en cuestión tiene las costumbre de esconder sus miserias vistiéndose de cordero pascual camino del degolladero.
A Llorente, por fin, le va bien en la Juventus, líder sólido del Calcio. Juega con regularidad y marca goles, pero sigue en plan llorica. De vez en cuando se pone al aparato con sus amigos de la prensa madrileña para lamentarse, sobre todo cuando fue excluido de la última lista ante Italia dada por Vicente del Bosque, que definitivamente ha consolidado en la cuadrilla que llevará al Mundial de Brasil a Diego Costa, y también a Negredo, prescindiendo del futbolista de Rincón de Soto, que ya estuvo en la pasada Eurocopa simplemente como sujeto decorativo, es decir, poniendo carita en los anuncios, pero sin disputar tan siquiera un minuto.
Así que Llorente sigue en un sinvivir, pobre muchacho, en vez de disfrutar con lo mucho que tiene, y reconocer que tampoco es un portento futbolístico, y menos para formar parte de una selección cuajada de talento y delanteros centro potenciales (Diego Costa, Negredo, Villa, Torres, Soldado...) a mansalva.
Llorente también dejó huella en el Athletic, es de justicia reconocerlo, pero a la hora de la verdad, en los días gordos donde había que demostrar liderazgo, tesón, lucha y categoría brilló por su ausencia. Por eso tampoco está de más recordar cómo se llegó, para perder, y de qué manera, las dos últimas finales de Copa, o la de Bucarest, donde el Athletic se desmoronó al primer empellón del Atlético de Madrid. Porque la gloria provoca vértigo.
Conviene recobrar ahora aquellos momentos culminantes, fundidos en la frustración, en vísperas del partido ante el Villarreal, pues la peña está encendida, y razones tiene para estarlo, y muy crecida, y se da por descontado que ganando hoy en El Madrigal la clasificación para la próxima Liga de Campeones es pan comido. Lo cierto es que el equipo levantino está de capa caída, y por eso la cita llega en el momento preciso para dar un golpe casi definitivo. El recuerdo de Llorente igualmente sirve para evocar aquel vértigo, y saber hasta qué punto Ernesto Valverde ha conculcado en sus discípulos esa mentalidad de ganadores, la predisposición y el cuajo en un partido clave. El Sevilla sigue en alza; la Real doblegó al Valencia e iguala a puntos al Villarreal. Conviene alejarse lo antes posible de esta hambrienta manada de lobos.