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Al terminar, tiren de la cadena

Al terminar, tiren de la cadenaFoto: Zigor Alkorta

AVíctor Valdés, el portero del Barça, no se le ocurrió otra cosa que grabarse a sí mismo pidiendo disculpas por la inesperada derrota en Valladolid y colgarlo en la red. No se veía a nadie más en el vestuario y el tono empleado era como de abulia, sin unas gotas de dramatismo, según exigía la función, o alguna palabra gruesa que hiciera reaccionar al compungido hincha culé. Vamos, un discurso que realmente transmitieran rabia y sentimiento. Pero lo mejor de la iniciativa tomada por Valdés es su final. Alguien tira de la cadena y se escucha el agua torrencial llevándose por el sumidero el detritus. Probablemente sin quererlo, el guardameta blaugrana ha compuesto un corto antológico, cargado de simbolismo escatológico que bien pudiera llevar por título La caída de los dioses ( y que me perdone el gran Luchino Visconti), no en vano el Barça tan sólo ha podido sumar 14 de los últimos 27 puntos disputados y eso, en un equipo cuajado de futbolistas deslumbrantes y acostumbrado a triturar sin piedad a sus rivales, suena a descomposición, así que hay que tirar de la cadena, ¡grande Valdés y sus metáforas!

Si malo fue para el Barça perder contra todo pronóstico, peor han sido las reacciones posteriores de sus protagonistas (vídeo de Valdés al margen, natural) para explicar el desastre frente a un equipo menor, cuyo único argumento es la lucha denodada por eludir el descenso. "Es que estaba mal el terreno de juego...", y se quedaron tan anchos.

¡La culpa la tuvo el empedrado!, tiene narices. Ahora bien, en descarga de un entrenador como el Tata Martino, a quien le están despellejando sin piedad, y unos jugadores de postín, conviene analizar con mayor hondura las circunstancias. Faltó Iniesta por razones personales; el técnico alineó a Piqué, recién salido de una lesión, y estaba hecho una piltrafa; Xavi Hernández no es el mismo, atribulado como está por los desaires que sufre. incluso del seleccionador español Vicente del Bosque, que ya prefiere a Thiago Alcántara, su anunciado heredero para dirigir la sinfónica blaugrana, que se lo llevó Guardiola al Bayern por un error garrafal del director deportivo, Andoni Zubizarreta; y qué me dicen de Messi, criatura, que de vísperas no paraba de vomitar y el sátrapa de Martino le hizo jugar sin contemplación alguna, así que el genio deambuló como alma en pena por el campo de Zorrilla; y lo que ha debido sufrir ese muchacho con el implacable acoso de Hacienda por unos milloncejos despistados por ahí, en paraísos fiscales, como hace todo el mundo con posibles. ¿O se explica de otro modo lo lindo y eficaz que lució Neymar con Brasil tres días antes y el petardo que salió en Valladolid? Pues tanto de lo mismo, acosado como está por el juez Ruz, un merengón recalcitrante, seguro. Parece que no, pero eso deja su impronta en el artista del balón, y deprime, como le pasa a la infanta Cristina, imputada por un presunto delito fiscal y otro de blanqueo de capitales. "No sé, no conozco, no recuerdo, no me consta", respondió al juez Castro y en su defecto me fío de mi sagaz Urdangarin, amor, y soy hija de rey, ¡ojo!, es decir, la pasta me llega gansa y por todo el morro. Como Messi y Neymar, o casi.

A la espera de acontecimientos en el Barça, cómo evoluciona su fatalismo proverbial y si la lucha por el título tiene todavía recorrido (fundamental el Madrid-Barça del 23 de marzo), la pelea por la cuarta plaza, gloria a la que aspira el resto de la división, se instala en la monotonía. El Athletic ha superado su minibache (el empate en Balaídos y la derrota contra el Espanyol en San Mamés). Así lo demostró goleando al Granada y ayer, arrancando en Valencia, una de las pruebas más duras que le aguardan, un empate de valor. Había que ver la satisfacción con la que Juan Antonio Pizzi, entrenador del equipo levantino, asumió el resultado. "Hemos jugado ante un rival de primerísimo nivel", dijo. Esa sensación transmite el Athletic. Poderío, y en su lado oscuro favor arbitral, remoquete que por impotencia del perdedor únicamente se le atribuye a los grandes. Tras un partido con alternativas y goles fallados por ambos bandos, la igualada en Mestalla parece justa. Y Ahora, el Villarreal, que perdió sin remisión en Granada.