En cuanto se tercia, a Joaquín Caparrós le encanta recordar su condición de socio del Athletic, aunque probablemente también lo será de buena parte de los equipos a los que ha dirigido, especialmente el Sevilla, donde tiene prendida su alma futbolística. Tras la alucinante victoria de su actual equipo, el Levante, en el Sánchez Pizjuán (2-3), el bueno de Joaquín no sabía ni por donde salir para explicar el fenómeno sin pasarse de modesto, pues está a sueldo del club valenciano, y a la vez consolar a los de su tribu, los sevillistas, que vieron intervención divina en la inspiración del portero Keylor Navas y veneno de satanás, pues tampoco es normal que el Levante chute tres veces a puerta y consiga otros tantos goles, y el Sevilla se estrelle con pertinaz obcecación contra el guardameta costarricense, o contra el poste, en el penalti fallado por Rakitic, o el culo de Vyntra. "Hemos tenido muchísima efectividad y Keylor Navas ha estado sensacional", se limitó a destacar Caparrós, para luego deshacerse en elogios hacia el Sevilla.
Lo cierto que el socio y su cuadrilla, al más puro estilo caparrosiano, frenó en seco al Sevilla, que andaba como un tiró, con ocho partidos consecutivos de Liga sin perder, a la caza y captura de esa golosa cuarta plaza, la de la Champions, que con tanto donaire y galanura luce el Athletic.
Conviene de vez en cuando acordarse del socio Caparrós, que sacó al equipo rojiblanco del cenagal aplicando su áspero brebaje, y le devolvió la autoestima, y se marchó dejándole clasificado para una competición europea; sin acritud alguna, y encima presumiendo de socio, el tío.
Parece que fue ayer (17-04-2011). El Athletic ganó a Osasuna en El Sadar (1-2) tras un partido horrible y con un gol de Iker Muniain en el último minuto, lo cual soliviantó a la hinchada rojilla sobremanera, pues por aquel entonces el mozo ya se había granjeado una tirria sublime entre el paisanaje. Y no se le ocurrió otra cosa que ponerse la mano en una oreja para celebrar aquel triunfo caparrosiano, o sea, tocando la gaita al personal, que ya son ganas de tocar; un triunfo tras el cual el propio ideólogo, es decir, Caparrós, dijo aquella frase paradigmática: "Déjate de imagen, clasificación amigo...".
Parece que fue ayer y del pragmatismo caparrosiano, que tan útil y necesario fue para salir de las alcantarillas, se ha pasado en apenas tres años a un tipo de juego que suena a sinfonía, aunque si hace falta dar algún bocinazo se da sin remilgo alguno. Es la propuesta de Ernesto Valverde, sazonada sobre los vivos rescoldos que dejó Marcelo Bielsa y que va cuajando conforme avanza la temporada. Si entonces la victoria rojiblanca se alcanzó a trompicones y mucha suerte; ahora se logra con autoridad absoluta, con goleada, y con Muniain sobre el campo desoyendo los exabruptos de la grada, a lo suyo, intentando recuperar su mejor versión. Porque ya lo dijo el presidente Urrutia el pasado martes: Muniain ha pospuesto su renovación hasta final de temporada pretextando que busca recobrar las "sensaciones" que le llevaron a la fama e hicieron barruntar un futuro esplendoroso. Si las sensaciones son insuficientes, entonces ¿renovará por un contratillo? Y si son magníficas, ¿renovará a cambio de un contratazo? ¿o le entrarán ganas de conocer mundo? ¿Le irá Londres y la experiencia en la Premier, que tan en boga están? ¿Acaso el frío Turín, la templada Roma?
Dice Muniain que no quiere culebrones, pero se ha montado sobre una serpiente, porque sabe que la afición está muy susceptible con el asunto. Por ejemplo los jugadores de la Real lo tuvieron claro: renovaron todos, y de manera especial los más apreciables en el mercado. Si se abre la puerta, quien les quiera pagará la cláusula correspondiente; beneficiando al club que les ha forjado.
Muniain cumplió sin más ante un Osasuna sin navarros en su alineación inicial, qué triste realidad. Se encontró con un Athletic que salió ambicioso, bravo, resuelto. Virtudes de las que adoleció frente al Atlético de Madrid en la Copa. Brilló Herrera; Aduriz estuvo bullicioso y eficaz. Marcaron los delanteros, como debe ser. Salió Kike Sola al final y tuvo ocasión de anotar. No hacía falta, pero no tuvo otra. Estaba en el lugar y momento precisos. Además, fue tan sencillo. Se le puso cara de pena. Sabe que pasará a la historia con esta traza: su primer gol con el Athletic se lo hizo a Osasuna, al albur de un destino cruel y caprichoso.