Algún juramento que otro echamos el miércoles pasado, cuando el Athletic se disolvía como un azucarillo en el agua cada vez que pisaba el área bética. Y no te digo nada la que tuvo que escuchar Mikel Sola, el pobre, recién salido de una lesión, que veía pasar el balón a su vera y no había manera, ¿en serio que es un delantero? se preguntaba más de uno en plena calentura. Claro que estaba reciente el recuerdo de Anoeta, donde fue palmaria la impericia de los futbolistas rojiblancos para resolver las jugadas de ataque, y encima en el derbi ante los primos. Pero hacer el don Tancredo ante el colista Betis y en la sacrosanta Copa...

Fueron dos partidos consecutivos que provocaron el desconcierto y sembraron dudas entre la feligresía, aunque los que tuvieron la ocasión de ver ayer el Betis-Osasuna coincidirán en afirmar que el Athletic pasará la eliminatoria copera con los béticos, remontando el 1-0 de la ida con solvencia. Al minuto un error defensivo lo aprovechó Torres para adelantar a los rojillos. Media hora después Nono era expulsado por doble amonestación, consecuencia del grado de desquiciamiento que padecen los verdiblancos. El descanso no sirvió para templar los ánimos, pues al poco Jordi se pegaba un tiro en el pie anotando en su propia portería el segundo gol de Osasuna. Asomó un rayo de esperanza: penalti y expulsión del portero Andrés Fernández. ¡Y Rubén Castro mandó el balón contra el travesaño! Y de nada sirvió el debut acelerado de Leo Baptistao, cedido a precio de oro por el Atlético de Madrid. La desolación cubrió el Benito Villamarín, donde a nadie se le ocurrió gritar viva er Betis manque pierda, sino tus muertos, mercenarios, que sois unos mercenarios, con la bronca consiguiente contra jugadores, Juan Carlos Garrido, el entrenador, que no lleva ni un mes en el puesto y ya piden su cabeza, y desde luego la directiva.

En consecuencia, Osasuna se encontró con una victoria inesperadamente fácil, que le saca un poco del atolladero, y se puede decir que a día de hoy no hay hincha bético que no vea irremediablemente a su equipo en Segunda, después de comprobar el grado de desquiciamiento que corroe las entendederas de sus futbolistas. ¿La Copa? a la Copa... que la den.

Y en esas viene a la Catedral la tropa bética, hecha una pena, y no como en la sexta jornada liguera, cuando se puso farruca y obligó a los leones a protagonizar una emocionante remontada (2-1) que tuvo en Ibai a su protagonista principal.

Ibai volvió a brillar el pasado sábado frente al Almería anotando dos goles. El primero fue espectacular. El segundo, ¡de penalti! ¡Pero si el Athletic marcó hasta de penalti! En aquel partido liguero ante el Betis, por ejemplo, fue a Beñat a quien le tocó marrar la pena máxima ante su exequipo. En cambio frente al Almería, por marcar, marcaron hasta los delanteros, lo cual es incluso noticia.

Acostumbrados a vivir emociones fuertes en San Mamés; conjugando carajas inconmensurables con épicas reacciones, viendo a los chicos de Valverde transformándose de corderillos pascuales a fieras corrupias; se podría catalogar el partido ante los almerienses de ¿soso?

Qué paradojas tiene el fútbol. Ante la Real en Liga y el Betis en Copa no hubo manera de meter un gol y al Almería le caen seis, consecuencia de un grado de eficacia y pericia tremendas. El hincha anhela ver un encuentro tan plácido y confortable como este, pero resulta que acaba añorando los subidones de adrenalina que le ha procurado este Athletic imprevisible, de briosas remontadas bajo un rítmo endiablado y enconada defensa de sus ventajas, siempre cogidas por los pelos.

Curioso lo de este equipo, donde un recién llegado como Mikel Rico, barato y con fama de soldado disciplente, se ha convertido en pieza clave en el engranaje del Athletic y en su máximo goleador. Cualquiera, hasta el mismísimo Ander Herrera (¡por fin!) ve portería, y si Aduriz no tiene su tarde rematadora, no importa, ya aparecerá la cabeza arrolladora de Laporte o de Mikel San José para desfacer el entuerto. La afición se puede permitir el lujo de esperar con paciencia infinita a que su queridísmo Toquero estrene marcador; darle cancha a Sola y aguardar sin preocupación a que Aduriz recupere la inspiración. Cautiva e intriga lo de este Athletic, donde ni tan siquiera su entrenador pudo imaginar que tiene recursos para volar prendido a las estrellas.